29 jun 2011

En memoria: Don Pedro Albizu Campos


Por Vilma Soto Bermúdez / MINH

Aun después de muerto decir su nombre a boca de jarro pone a temblar al imperio. Así se demostró cuando el 11 de junio de 2000, la diáspora boricua, obligada a emigrar a los Estados Unidos en busca de lo que le han usurpado en su propio suelo decidió dedicar su desfile anual en las calles neoyorquinas al ilustre patriota, símbolo de la dignidad del pueblo que rezume sangre aprisionado en el puño yanqui hace más de un siglo. El monstruo lanzó su ataque contra los organizadores, hubo zarandeos y amenazas; la palabra boicot salió a relucir… pero no pudieron contra la historia.

Ese día salió a la calle el pueblo portando miles de banderas… y no era la enseña gringa. Era la monoestrellada; la surgida allí mismo, en esa ciudad gris, bajo el ala de los patriotas exiliados, porque eso somos, pueblo de patriotas a la deriva reclamando tierra, nuestra tierra, nuestro lugar en las Antillas y en la América bolivariana. La estrella de nuestra bandera fija el camino. Ese mismo astro que trazó la ruta del Maestro: Don Pedro Albizu Campos. El mismo hombre a quien los yanquis temen… y tienen razón para temer, porque este hombre fue Puerto Rico encarnado, el caribe a flor de piel, Latinoamérica unida.

Don Pedro nació en Ponce, el 29 de junio de 1893 o el 12 de septiembre de 1891, según las distintas fuentes revisadas, años antes de la invasión de Estados Unidos a Puerto Rico. Hijo de negra puertorriqueña y vasco residentes en la caribeña ciudad de Ponce. Fiel reflejo del mestizaje que él mismo describiera como la carta de ciudadanía de nuestra América. Poseedor de una inteligencia admirable, la nívea Harvard le abrió sus vetustas puertas a aquel joven becado. De otra manera no hubiera podido estudiar. Estaba marcado por la pobreza, por su negritud, por su procedencia. La Logia Aurora de la ciudad sureña dispuso una beca para que esa inteligencia no quedara marginada. Y así fue. Primero se dirigió a la Universidad de Vermont donde se graduó en ciencias, especializándose en el campo de la química y de la ingeniería; luego ingresó en Harvard en 1913. En ella coronó sus estudios en Literatura, Ingeniería Química, Ciencias Militares y Derecho con altos honores en 1921.

Pero estando en Harvard vino la I Guerra Mundial. Albizu se integró a la Infantería y fue asignado a un batallón de descendientes afro-americanos. En las filas del ejército yanqui conoció el racismo en su más cruda manifestación, hecho que predispuso más su ánimo en contra del opresor de su pueblo.

Su retorno a Harvard en 1919 dejó otras huellas en su conciencia. Se solidarizó con las luchas de liberación de Irlanda y de la India. Hizo amigos entre los separatistas de ambas naciones, entre ellos: Subhas Chandra Bose, líder nacionalista de la India quien acompañara a Gandhi en su gesta libertadora; Rabindranath Tagore, el poeta hindú de gran trascendencia internacional; asimismo estuvo junto a Albizu, Eamon de Valera, político irlandés promotor de la independencia de su país. Albizu discutía con ellos sobre la intervención política de Estados Unidos en su patria y sobre la situación colonial de países muy semejantes a pesar de la distancia. Tan convencido estaba, que sin reservas, organizó el Movimiento Estudiantil Republicano Irlandés en 1918 mientras estudiaba en aquella univers idad y más tarde colaboraría en la redacción del borrador de la Constitución de una Irlanda libre.

Las estructuras de poder en Estados Unidos reconocieron la valía del prócer (además de sus haberes como estudiante, Albizu hablaba y escribía en inglés, español, francés, alemán, portugués, italiano, latín y griego) y trataron de comprarle. Le ofrecieron puestos muy bien remunerados en el Tribunal Supremo y en el Departamento de Estado. Albizu no aceptó, sabía que detrás de los ofrecimientos se agazapaba el sometimiento a la política del imperio. Regresó a Puerto Rico y rápidamente se integró al Partido Nacionalista de Puerto Rico (PNPR) en 1924. Fue elegido vicepresidente de la colectividad y se le encomendó viajar por la América en busca de solidaridad a la causa separatista.

Es en ese tiempo que lo vemos recorrer la República Dominicana, Haití, Cuba, México, Panamá, Perú y Venezuela; trata de establecer vínculos con Argentina. Se reúne con los más preclaros pensadores antiimperialistas de nuestra América. Pronuncia discursos (como el que dio en Cuba contra la dictadura Machado y que le obligó a refugiarse en la embajada mexicana y abandonar el país rumbo al país azteca), expone el caso colonial de su Isla y la lucha centenaria de su pueblo en aras de la libertad.

Recordando la estadía del “último libertador de América” al decir del Che, en Cuba, Juan Marinello escribió:

“Era frente a las masas cuando se agigantaba aquel hombre menudo y frágil, y a los pocos instantes quedaban todos presos en la arenga. El razonamiento poderoso y original, en el que se descubrían muchas lecturas, meditaciones y vigilias, venía sustentado en la dicción apasionada. La voz, que era en lo íntimo apacible y sugerente, adquiría en la tribuna un tono metálico y vibrante que llegaba al oyente más lejano como un clarín de órdenes al que no podía sustraerse. Y por largo que fuese el discurso el tono se mantenía el mismo, como un clamor que arrancaba de más allá del cuerpo en que nacía.”

En 1926 ya Albizu era reconocido como uno de los primeros en identificar a Estados Unidos como imperialista y para la América y el Caribe no ve otra salida que la de la integración. La lucha de Puerto Rico está vinculada a la de las Antillas y la América.

Sobre ello dice:

“Puerto Rico y las otras Antillas constituyen el campo de batalla entre el imperialismo yanqui y el iberoamericanismo. La solidaridad iberoamericana exige que cese toda injerencia yanqui en este archipiélago para restaurar el equilibrio continental y asegurar la independencia de todas las naciones colombinas. Dentro de esta suprema necesidad es imprescindible nuestra independencia.

“Nuestra situación dolorosa bajo el imperio de Estados Unidos es la situación que pretende Norteamérica imponer a todos los pueblos del continente. Nuestra causa es la causa continental. Los pensadores iberoamericanos ven claro el problema conjunto de la América Ibérica frente al imperialismo yanqui. Si triunfa la absorción norteamericana en nuestra tierra, el espíritu de conquista yanqui no tendrá freno...

“Si triunfa el imperio en nuestro ambiente sería un golpe fuerte para la raza iberoamericana. Se lesionaría gravemente su prestigio y se atraería una invasión yanqui, sin medida y sin cuartel...

“La preocupación iberoamericana no es defender a México, a Colombia, a Venezuela, o a otras repúblicas de nuestra sangre. La preocupación continental es arrancar la bota yanqui de todas las posiciones que ocupa en el Caribe.”

Y Marinello reafirma:

“Fue en verdad singular coincidencia de nuestras virtudes esenciales, una exaltación superior, pero orgánica, del perfil de nuestras tierras. Había nacido para encarar, en su enfrentamiento erguido y radical, el destino de sus islas en una de las más decisivas coyunturas americanas: la liberación del imperialismo.”

A su regreso a Puerto Rico, Albizu es elegido presidente del Partido Nacionalista. En 1930 pronuncia estas palabras que definirían de ahí en adelante el método de lucha del pueblo puertorriqueño:

“La nación no puede existir sin la posesión de toda su riqueza material. La agricultura, la industria, el comercio, las comunicaciones, franquicias y toda forma de riqueza tiene que estar en manos nativas para poder asegurar la vida de la nacionalidad. Las compañías de seguro, las instituciones bancarias, y todo organismo dedicado a la movilización de la riqueza, forzoso es que pertenezca a intereses nacionales.

“Si para adquirir independencia económica dentro del coloniaje, hay que imponer la independencia política, por las armas si fuera necesario, cuando la nación goza de su plena soberanía, para garantizar su existencia como Estado independiente, tiene que nacionalizar su riqueza y no permitir que elemento extranjeros se adueñen de ella.”

Más adelante dirá:

"A ningún imperio conviene ejercer la tiranía abiertamente, y siempre usa para el ejercicio de su despotismo a los naturales de la nación intervenida...Como ningún imperio puede mantenerse sin la cooperación de los naturales del país ocupado por la fuerza, se sirven de ellos pero los desprecian".

“Puerto Rico presenta el cuadro de un naufragio de los valores humanos más preciados: el honor, el patriotismo, el sacrificio. El imperialismo yanqui en lo moral, nos ha concluido el desprecio de nosotros mismos; en lo material, de propietarios nos ha convertido en peones, y de peones en mendigos sentenciados a muerte.

“El nacionalismo es la única salvación porque hace renacer en cada uno de nosotros la conciencia de un hombre libre para quien la dignidad humana no tiene precio, y quien no pueda concebir porque no tenga él el derecho a regir los destinos de sus hijos o de su patria.”

El pensamiento albizuista se va aclarando cada vez más. Es el tiempo de tomar las armas. De vencer al tirano por sus mismos medios. Así comenzó a organizar a los Cadetes de la República, hombres y mujeres integrados a un ejército de liberación en ciernes. Se prepara para la guerra contra el imperialismo: “El despotismo no tiene sanción y se ridiculiza cuando la invoca. El despotismo es sólo respetable cuando habla por boca de sus cañones”.

Pero el invasor no descansa y menos cuando sabe que el pueblo está dispuesto a golpearle. Comienzan en el 1935 los asesinatos impunes de nacionalistas. Primero la Masacre de Río Piedras. Sobre este capítulo escribió el Dr. Manuel Maldonado Denis:

“Estamos en 1935. El coronel Riggs, jefe de la policía colonial, hace saber que los nacionalistas tendrán ‘guerra y más guerra' bajo su incumbencia. El 24 de octubre de 1935 se cumple su profecía. Existe gran agitación en la Universidad de Puerto Rico con motivo de una asamblea estudiantil que habrá de celebrarse. La policía tiende un cerco a la Universidad. Cerca de la calle Brumbaugh de Río Piedras un grupo de nacionalistas es interceptado por la policía. El carro en que viajan es acribillado a balazos. Mueren como resultado de lo que más tarde habría de designarse como "la matanza de Río Piedras" cuatro nacionalistas: Ramón S. Pagán, Pedro Quiñones, Eduardo Rodríguez Vera y José Santiago. Otro, Dionisio Pearson, resulta gravemente herido. Aparte de ello muere en la balacera un ciudadano que era ajeno a los hechos. La policía alega defensa propia y muestra a uno de sus hombres heridos. Ni uno solo de los policías que participan en el ametrallamiento es acusado. Al contrario, muchos de los oficiales envueltos son ascendidos. Albizu Campos concurre a despedir el duelo de los cuatro nacionalistas. Sus palabras revelan con mediana claridad su compromiso: ‘La escuela del heroísmo conminará eternamente a la escuela de la fuerza y la aplastará... Juremos que cuando llegue el momento sabremos morir como héroes, porque el heroísmo es la única salvación que tienen tanto los individuos como las naciones'. (El Mundo, 25 de octubre de 1936).

“Era, en efecto, la guerra. La guerra desigual entre un imperio en el apogeo de su poderío y un pequeño grupo de patriotas que sólo podían mostrar ante el mundo su valor y su sentido de sacrificio.

“El 23 de febrero de 1936 dos jóvenes nacionalistas, Hiram Rosado y Elías Beauchamp, ejecutan al coronel Riggs en respuesta a la Masacre de Río Piedras. Llevados al cuartel de la policía de la calle San Francisco de San Juan son allí acribillados a balazos por la policía, que alega defensa propia. Ante la tumba de los héroes puertorriqueños pronunciará Albizu Campos uno de sus más memorables discursos. Escuchémosle:

“El valor más permanente en el hombre es el valor. El valor es la suprema virtud del hombre y se cultiva como se cultiva toda virtud y se puede perder como se pierde toda virtud. El valor en el individuo es un supremo bien. De nada vale al hombre estar lleno de sabiduría y de vitalidad física si le falta el valor. De nada vale un pueblo estar lleno de vitalidad, y de sabiduría si le falta el valor. Porque el valor es lo único que permite la transmutación del hombre para fines superiores. El valor es lo que permite al hombre pasearse firme y serenamente sobre las sombras de la muerte y cuando el hombre pasa serena y tranquilamente sobre las sombras de la muerte, entonces es que el hombre entra en la inmortalidad.”

Para entrar en la inmortalidad hay una sola entrada: la puerta del valor que conduce al sacrificio por una suprema causa. Hay que sacrificarse por la independencia de la patria.”

Estados Unidos acusa a Albizu de sedición y es condenado junto a otros nacionalistas a largos años de cárcel en Atlanta. En espera de su traslado a la prisión, los yanquis asestan otro golpe: La masacre de Ponce de 1937. Por órdenes del gobernador yanqui la policía títere dispara a mansalva contra una marcha pacífica. Mueren más de 20 nacionalistas y los heridos suman más de cien.

Don Pedro es recluido en Atlanta donde pasa once años; regresa el 15 de diciembre de 1947. Para callar su voz se aprobó la llamada “ley de mordaza”. Su propósito era encarcelar a cualquiera que se sospechara ser comunista o estar contra el régimen. Albizu retó la ley en Jayuya. El pueblo se dio cita para defender a su líder y evitó el arresto del prócer.

A su regreso del exilio, Albizu se encontró en medio de un país convulso. Estados Unidos se disponía a glorificar la colonia ante los ojos del mundo con la creación del Estado Libre Asociado de Puerto Rico en 1952. Los yanquis preparaban una Convención Constituyente a la que Albizu llamó “convención constituyente de la esclavitud”. Ante este dilema, don Pedro dirigió a su pueblo a la insurrección. Las armas se guardaban en la casa de la nacionalista Blanca Canales. El día fue el 30 de octubre de 1950. Estalló la Revolución de Jayuya . Tres días le tomó al ejército invasor derrotar a los insurrectos a pesar de haber bombardeado varios pueblos desde aviones militares. El 70 % del pueblo de Jayuya fue destruido. En San Juan, don Pedro junto a otros nacionalistas, entre ellos Isabel R osado, resistían a la policía que solo los pudo someter cuando utilizaron gases lacrimógenos.

Estados Unidos bloqueó la información al mundo sobre la revolución y el entonces presidente Harry Truman indicó que se trataba de peleas entre puertorriqueños quitándole con su comentario el peso político de la acción. Entonces vino la respuesta nacionalista: El ataque a la Casa Blair el 1º de noviembre de 1950. Don Pedro envió a Griselio Torresola y a Óscar Collazo a decirle al mundo por medio de las armas lo que verdaderamente sucedía en el país. Ambos atacaron la casa en donde residía temporalmente el presidente Harry S. Truman (la Casa Blanca estaba en reparación). Torresola falleció en la batalla y Collazo fue herido, apresado y condenado a la silla eléctrica. Esa sentencia luego le fue conmutada por cárcel.

Como resultado de estas acciones libertarias, Albizu vuelve a ser encarcelado. No es hasta el 1953 que regresa de nuevo a la patria al ser indultado. Llegó con pruebas en su cuerpo de las torturas radioactivas que sufriera. Sus piernas estaban quemadas y con llagas… hinchadas. El prócer sufrió en prisión el atropello yanqui, pero no se amilanó. El 1º de marzo de 1954 , cuatro héroes puertorriqueños: Lolita Lebrón, Rafael Cancel Miranda, Irving Flores y Andrés Figueroa Cordero entraron al Congreso de Estados Unidos y gritando ¡Viva Puerto Rico Libre! dispararon contra los representantes del gobierno interventor.

El efecto en la colonia yanqui fue inmediato. Se instituye la ley marcial y se arresta a cientos de independentistas.

Frente a la casa de Albizu, el tiroteo fue intenso contra los nacionalistas en Puerto Rico que defendían a don Pedro en su convalecencia; el prócer fue arrestado por órdenes del gobierno de Estados Unidos.\

Justificando el ataque al Congreso en Washington dijo:

“Nuestra patria ha venido sufriendo la intervención militar de Estados Unidos hace más de medio siglo. La intervención militar es la guerra en todos sus aspectos: económico, político, cultural, etc., porque las intervenciones militares se llevan a cabo con un solo fin que es destruir la nacionalidad ocupada y convertirla en colonia del imperio, explotable en todas sus formas...

“Nuestra fe en el derecho nos dio una infinita paciencia para resistir los desmanes del poder ocupante norteamericano. Esa paciencia nuestra ha confundido a los dirigentes de Estados Unidos que nos catalogaron entre los pueblos pasivos de la tierra y los llevó hasta la insolencia de que, siendo víctimas de su imperio, pretenden reclutar a nuestros hijos por la fuerza para servir a sus fines imperialistas en el mundo entero...”

Ya en ese momento, Albizu no soportaría más la cárcel. El cuerpo del hombre que enfrentó al imperio y le llevó la guerra a su casa al invasor no podía más. Fueron 25 años de su vida en prisión, años de tortura física. Don Pedro Albizu Campos, “El Maestro”, “el último libertador de América”, pasó a la inmortalidad el 21 de abril de 1965.

"En la cárcel o frente a la muerte renovamos nuestros votos de consagración a la causa de la independencia patria."

Artículo previamente publicado en la página del Congreso Bolivariano de los Pueblos y revisado el 29 de junio/11.

El Comandante Tomás López de Victoria y el intento de ajusticiamiento del gobernador Blanton Winship - Parte II

“A los hombres que consagran su vida a la libertad de la Patria lo que les espera es la cárcel” - Pedro Albizu Campos 

Por José Manuel Dávila Marichal

El 25 de julio de 1938, el entonces gobernador yanqui de Puerto Rico y General del Ejército de los Estados Unidos, Blanton Winship, decide conmemorar la invasión militar estadounidense a Puerto Rico con un gran desfile militar. En éste participarían el batallón del Regimiento 65 de infantería, la Guardia Nacional de Puerto Rico, la aviación norteamericana y la policía insular. Para llevar a cabo la conmemoración y el desfile militar, la administración colonial selecciona la ciudad de Ponce, la misma que un año antes había sido testigo del baño se sangre que fue la Masacre de Ponce.

Ante la provocación, el Partido Nacionalista de Puerto Rico aconseja calma. Sin embargo, el Capitán de los Cadetes de la República de Ponce, Tomás López de Victoria, no había olvidado quien era el autor intelectual de la Masacre, e intenta, con la ayuda de unos compañeros de confianza, poner una bomba debajo del templete en el cual daría su discurso el Gobernador, con la intención de ajusticiarlo, y vengar a los que fueron acribillados aquel Domingo de Ramos. No obstante, el plan no se pudo concretizar.

Ante el fracaso de dicho plan, un comando compuesto por siete nacionalistas decide cumplir con su responsabilidad patriótica, y se reúne para trazar un plan con la intención de ajusticiar al General Winship, el día 25 de julio, en la tribuna, frente a los soldados del ejército imperial.

El comando estaba compuesto por los Cadetes de la República del Partido Nacionalista de Ponce: Tomás López de Victoria, Casimiro Berenguer, Elifaz Escobar y Esteban Antongiorgi. Los tres restantes, posiblemente, eran: Prudencio Segarra, Santiago González Castro (abanderado del Cuerpo de Cadetes de dicho pueblo) y Juan Pietri. Todos eran sobrevivientes de la Masacre de Ponce. También, suponemos que participaron de la conspiración, Pura López (hermana de Tomás), Josefa Ríos (vecina de Tomás) y Lucila Talax. Según se desprende de sus testimonios en el juicio que se llevó a cabo contra Tomás, creemos que ellas acordaron con el comando decir que tanto López como Escobar se encontraban en casa de Josefa al momento de ocurrir los hechos.

El sábado 23, dos días antes de la conmemoración, se encontraba José Antonio Torres Martino en la Plaza las Delicias hablando junto a su amigo y compañero de lucha, Tomás López de Victoria. Durante la conversación, José Antonio le comentó a Tomás que había recibido un telegrama de Julio Conesa, dueño de la emisora WPRP, para que transmitiera los actos desde el templete. Ante eso, Tomás le dijo: “no vengas a la parada”. Indudablemente, intentaba proteger a José Antonio de los acontecimientos que se avecinaban. No obstante, Torres Martino se vio obligado a ignorar su consejo.

El lunes 25 de julio de 1938, el Gobernador Winship estaba en el templete observando el espectáculo marcial, junto a muchos otros representantes del Gobierno Federal e Insular. Fueron múltiples las personas que asistieron a observar la conmemoración. Los nacionalistas lograron “situarse bien al frente y de cara al templete.” Cerca de las 11 de la mañana, mientras la banda de la Guardia Nacional tocaba una pieza, el grupo de nacionalistas comenzó a disparar con la intención de asesinar al Gobernador. Desde la tribuna, el artista, patriota y entonces locutor radial de la WKAQ, José Antonio Torres Martino, quien en esos momentos se encontraba en la tribuna preparándose para transmitir el acto, contó que observó a Tomás López de Victoria, Elifaz Escobar y Esteban Antongiorgi disparar contra el Gobernador. Los disparos de los nacionalistas fueron contestados desde la tribuna, “tan a la loca que hirieron a muchos de los circunstantes.”

Una vez los nacionalistas cumplieron con su misión, se mezclaron con la multitud que corría atemorizada. Sin embargo, Esteban Antongiorgi continuó avanzando y disparando hacia el gobernador, “¡Si hubieras visto a ese hombre! Avanzaba solo en dirección al templete, pasándole por encima a los soldados que se habían acostado en el piso”, hasta que se detuvo para recargar su arma, momento que aprovechó un policía para acribillar al joven patriota.

A pesar del valor y el esfuerzo de los nacionalistas, el intento de ajusticiamiento fracasó, ya que el Coronel de la Guardia Nacional, Luis A. Irrizary, en un gesto de extrema valentía cubrió con su cuerpo al Gobernador, recibiendo él los impactos de bala.

El intento de ajusticiamiento del Gobernador Winship demuestra que se equivocan aquellos que consideran las acciones armadas del nacionalismo como actos sin organización, ni planificación.


Es posible que el comando nacionalista considerara que la noticia del atentado iba a recibir el visto bueno de los puertorriqueños, ya que eran much@s los que creían que el Gobernador Winship era un déspota. Sin embargo, eso no fue lo que aconteció; algunas agrupaciones políticas, entre éstos los comunistas, condenaron el atentado. Cabe señalar, que el acto no fue ordenado por el liderato del Partido Nacionalista, pero tampoco fue condenado.

Como consecuencia del atentado, la policía comenzó a buscar a los responsables, lo que desató una cacería de nacionalistas. Ramón Medina Ramírez relata que las oficinas y las residencias de éstos, en el litoral sur, fueron allanadas y saqueadas. Tomás López de Victoria y Elifaz Escobar se encontraban en el grupo de los primeros arrestados. Se llegó, incluso, a arrestar a muchos que nada tenían que ver con lo sucedido, por lo que fueron liberados más tarde. Además, “Se buscaron alcahuetes que, sin estar en el lugar de los hechos, confesaron haber visto a los nacionalistas ponceños disparando en el templete, donde estaba Winship. Algunos de los falsos acusadores eran un tal Cabanillas y Fermín Feliciano.”

Sabemos que algunos de los arrestados fueron abusados físicamente por la policía. Tomás fue uno de ellos, pues así lo dejó saber durante su declaración en el juicio que se llevó a cabo en su contra. Afirmó que en el cuartel de la policía los oficiales le dieron numerosos golpes “incluyendo patadas y bofetadas” para obligarlo a que se dejara aplicar la parafina. Explicó, además, que el policía Radamés Pierantoni, le dio un puñetazo que lo tumbó, y una vez en el piso le dio patadas y luego, en otro cuarto, le dieron muchísimos golpes, hasta que finalmente se dejó aplicar la parafina. No dudamos de su versión, ya que sabemos que Prudencio Segarra también recibió el mismo trato. Así lo confirma el entonces miembro del Partido Nacionalista, Miguel Ángel Echevarría, quien cuenta que cuando visitó a Prudencio Segarra en la Cárcel del Castillo, encontró que “tenía el rostro amoratado por los golpes de los puños de policías, lo habían golpeado con rotenes sobre los pies y las uñas que se le veían negras, para que firmara un documento donde se incriminaba como conspirador y cómplice de Antongiorgi.” A pesar de las palizas, estos dos revolucionarios, no delataron a sus compañeros.

Los nacionalistas que fueron encausados criminalmente fueron Tomás López de Victoria, Casimiro Berenguer, Prudencio Segarra, Santiago González Castro, Juan Pietri y Elifaz Escobar. A todos, en juicios separados, se les encontró culpables de asesinato en primer grado y se les condenó a cadena perpetua.

El proceso judicial estuvo repleto de irregularidades, como la mayoría, si no todos, de los juicios que se llevaron a cabo en la década del 30 contra los nacionalistas. Según el historiador y entonces Presidente Interino del Partido Nacionalista de Puerto Rico, Ramón Medina Ramírez, todos los testigos que se utilizaron en los juicios contra los nacionalistas eran oficiales del mismo gobierno.

“Algunos de ellos tienen un récord criminal, cuyas certificaciones son presentadas por la defensa y no son aceptadas por la Corte. Por el contrario, son aceptadas acusaciones anónimas presentadas por los acusadores públicos. Los médicos que han asistido a los acusados en la cura de los golpes recibidos en los cuarteles de la policía no se atreven presentarse a declarar a menos que la Corte los obligue a ello; y la Corte, contrario a la ley, se ha negado a sentarlos en la silla testifical a pesar de la insistencia de los abogados defensores. Los hombres que componen el jurado son seleccionados cuidadosamente por los fiscales y coaccionados en todas las formas imaginables. Es tanta la presión oficial que se ven obligados a traer un veredicto condenatorio a pesar de la notoria falta de prueba; y el tribunal los condena a reclusión perpetua.”

Durante el juicio que se llevó contra Tomás López de Victoria por la muerte del Coronel Irizarry, en la Corte de Distrito de Ponce -presidida por el juez Domingo Sepúlveda- entre los días 19 y 26 de septiembre de 1938, el fiscal intentó probar que Tomás participó en el atentado. Para defender su posición, presentó como evidencia los testimonios de personas que alegaban que lo habían visto el 25 de julio disparando contra el gobernador. La defensa, dirigida por el líder nacionalista y abogado José Toro Nazario, intentó refutar la evidencia de la fiscalía. El primer testigo de la defensa en declarar fue Elifaz Escobar. Este declaró que el día 25 de julio estuvo junto a Tomás en su casa durante toda la mañana, y a eso de las 9 de la mañana salieron un momento a la Plaza Degetau, regresando enseguida. Cuando surgieron los disparos se encontraba junto al acusado en la casa de la vecina de Tomás, Josefa Ríos, oyendo por radio los detalles de la parada; fue por la radio que se enteró de lo sucedido. “Dijo además que después de las 10 de la mañana no salió de casa de Tomás, y que estuvo junto con él hasta después de lo ocurrido.” López de Victoria también se sentó a declarar. Dijo que durante la mañana del día 25 de julio, se encontraba en su casa junto a Elifaz Escobar, y que luego, cuando ocurrió el tiroteo, se encontraba junto a Elifaz en la casa de su vecina, Josefa Ríos, en el callejón Rodríguez, esquina Unión, pegado al radio sintonizando la estación WKAQ. Como parte de la defensa, también declararon las señoras Pura López, hermana de Tomás, y Josefa Ríos. “Ambas ratificaron la versión de Escobar en el sentido de que el acusado se encontraba en su casa acompañado por Escobar cuando surgió el tiroteo en el templete. La señora Ríos dijo que ese día ellos habían estado en su casa, que está al frente de la casa del acusado, oyendo por radio los detalles de la parada.” La Sra. Lucila Talax ratificó esa última versión. Como podemos observar, Tomás, Elifaz, Pura, Josefa y Lucila, como buenos conspiradores, lo negaron todo.

A pesar del esfuerzo del licenciado José Toro Nazario, el jurado declaró culpable de asesinato en primer grado a López de Victoria. Según informó la prensa, Tomás recibió el fallo aparentemente tranquilo, sin articular una sola palabra, siendo luego conducido esposado por los marshals, a la cárcel de distrito. Su esposa, Fe González, quien estuvo en la sala durante todo el proceso, no estuvo presente el día del veredicto.

El 28 de septiembre de 1939, antes que se dictara la sentencia, el Lcdo. José Toro Nazario presentó oralmente una moción de nuevo juicio, alegando, entre otras cosas, “que la corte había cometido varios errores durante el proceso.” Por espacio de dos horas estuvo defendiendo su posición; sin embargo, el juez, denegó la moción, y procedió a dictar la sentencia. Se condenó a Tomás López de Victoria a reclusión perpetua. “Se ha cometido un doble asesinato. Reiteramos nuestra inocencia para conocimiento del mundo entero”, esas fueron las palabras de López de Victoria al ser sentenciado. 

Según la prensa, Tomás recibió tranquilamente la sentencia. Entre el público presente al momento de dictarse la sentencia, se encontraba la esposa de Tomás, quien según la prensa recibió el fallo con ecuanimidad. Después de escucharla, fue a despedirse del convicto, bajó las escaleras de la Corte y se dirigió a su hogar, “sin pronunciar ni hablar con nadie una sola palabra.”

Luego de pasar 6 años en la cárcel, el 19 de enero de 1946, el entonces gobernador yanqui de Puerto Rico, Rexford Guy Tugwell, indultó al grupo de nacionalistas y decretó su excarcelamiento. Para concederles el indulto, el Gobernador “se basó en la recomendación del Procurador General, licenciado Enrique Campos del Toro quien, conjuntamente con el señor J. Antonio Alvarado, jefe de la Penitenciaría Insular, aseguró al Gobernador que los cinco jóvenes nacionalistas tenían una ejemplar hoja de servicios en la prisión.”

Al parecer, el Gobernador también les concedió el indulto ya que estaba al tanto de las irregularidades que se dieron en el proceso judicial contra éstos. Según podemos deducir de su declaración:
“no es delito querer la libertad de la patria y, repugna el espíritu del derecho americano castigar a los hombres por sus convicciones políticas. En momentos de agitación notable las manifestaciones de carácter político pueden confundirse con actos delictivos. A veces, como en estos casos que están ante mi consideración, de hecho se convierten en actos criminales. Cuando en tales circunstancias se establecen condenas, es usual que las autoridades, una vez restablecida la calma, corrijan cualquier injusticia que se hubiera podido cometer y reduzcan la pena acaso demasiado rigurosa que se hubiera impuesto. Esta clemencia jamás debe confundirse con una sanción al uso de la violencia o como que implica en forma alguna acuerdo con la opinión de los convictos. Nace, más bien de una aversión espontánea entre liberales a contestar con la ley del Talión cuando se les vilipendia o se les ataca injustamente. Emana de un deseo de que no se confunda el castigo con la venganza.”

Como consecuencia del indulto, la Casa Comercial del señor Juan Cabrer, representante de la Cámara por el primer precinto de Ponce, le regaló a los libertos los trajes con los cuales saldrían de prisión. Al salir del penal, el Sr. Alvarado les entregó a cada uno $25.00 de los fondos de ahorros del Presidio. También hizo declaraciones sobre la labor realizada por los libertos durante su estancia en el penal, “La labor que ellos han realizado mientras estuvieron en el Presidio nos asegura que devolvemos hombres útiles a la sociedad.” Durante su estadía en el presidio, Tomás se dedicó a organizar y estuvo a cargo de la biblioteca del presidio, hasta el día antes de ser liberado. Ramón Medina Ramírez comenta que, como desagravio para los cinco patriotas, el director del presidio, J. Antonio Alvarado, les ofreció un banquete de despedida al que asistió un representante del Departamento de Justicia. Añade, además, que en los discursos pronunciados los nacionalistas, “fueron muy elogiados por su rectitud y manifiesta hombría.”

Cuando el corresponsal del periódico El Mundo, el Sr. Carlos Rivera Hernández, entrevistó a Tomás López de Victoria para saber cómo se sentía tras haber sido liberado, éste contestó: “Me siento muy contento de haber regresado a la vida de la libertad. Al licenciado Campos de Toro, al señor Alvarado y a todos los demás funcionarios que se interesaron por nuestra libertad les estoy muy reconocido.”


Sin embargo, el liberto, aunque feliz, salía del penal viudo, y con la responsabilidad de criar a sus dos hijos solo, ya que en el año 1941 murió su esposa, Fé González de López, y un año después falleció su madre, la Sra. Rita Laboy.

A pesar de estos agravantes, Tomás no olvidó su deber de patriota, se mantuvo en contacto con el Partido Nacionalista, aunque aparentemente estaba “alejado”. No le gustaba llamar la atención. En una ocasión, le comentó al líder nacionalista, José Rivera Sotomayor, “Pásame por el lado y no te ocupes. Si me ves en la calle no me conoces.”Se le solía ver vestido con un gabán especial que le ayudaba a ocultar el arma que siempre llevaba consigo, generalmente una pistola calibre 45. En una ocasión se le “obligó” a subir a la tribuna nacionalista, él solo dijo: “Voy a repetir lo que dije antes.
Atención, firmes, de frente, marchen. Atención, firmes de frente, marchen,” y bajó de la tribuna. Es posible, como señala Jacinto Rivera Pérez, que ese sea el discurso de reafirmación patriótica más corto que se haya pronunciado.

El 15 de diciembre de 1947, Pedro Albizu Campos regresa a Puerto Rico, luego de pasar 10 años en el exilio y fue recibido en el muelle de San Juan por miles de personas. A su llegada, Albizu Campos dijo que utilizaría medios pacíficos para resolver el problema colonial de Puerto Rico, pero de no encontrar salida a ese problema, entonces recurriría a la fuerza. Cumpliendo con esto, reorganiza al Partido Nacionalista de Puerto Rico en dos sectores: uno civil y otro militar.

El líder nacionalista necesitaba a un hombre consecuente y leal que comandara a las fuerzas revolucionarias, y el trasfondo de López no podía pasar desapercibido. Albizu Campos sabía que Tomás había demostrado -como Capitán de los Cadetes de la República de Ponce y como conspirador en el intento de ajusticiamiento al Gobernador Winship- poseer las dotes -valor y disciplina- para desempeñar el cargo, por lo que lo condecora con el rango de Comandante General del Ejército Libertador.

Fin

http://goo.gl/VOGN9

El Comandante Tomás López de Victoria y la Masacre de Ponce - Parte I

 “¡Atención, firmes, de frente, marchen!”- Tomás López de Victoria.

Por José Manuel Dávila Marichal

Tomás López de Victoria fue uno de los principales protagonistas de los acontecimientos más trascendentales del siglo XX puertorriqueño: la Masacre de Ponce. A pesar de su importancia histórica, el patriota permanece en el olvido.

López de Victoria nació en Juana Díaz, Puerto Rico, en 1911, aunque se le consideraba ponceño, ya que pasó la mayor parte de su vida residiendo en  Ponce. Durante el proceso investigativo, no logramos recopilar suficiente información sobre sus primeros años formativos; sin embargo, logramos hallarla  en los Censos de 1920 y 1930.En el primero de éstos, Tomás aparece con dos posibles nombres: Tomás Laboy Y Laboy y Tomás López Y Laboy. A pesar de que aparece registrado como de “raza” blanca, sabemos que era mulato, gracias a la fotografía. Para ese entonces, tenía 9 años de edad y residía con su madre, Rita Laboy de Pérez (de 44 años, costurera y cabeza del hogar), su hermana Pura Laboy Y Laboy (de 19 años y caladora) y su abuela Manuela Martínez de Laboy  (de 71 años y costurera), en el barrio Quarto de Ponce. Vemos que  sus tres protectoras eran obreras, como muchos de los que más tarde serán sus compueblanos nacionalistas. Ni en el censo de 1920, ni en el de 1930 aparece el nombre del padre de Tomás. Se crió en la pobreza, en un barrio de las clases menos privilegiadas. No obstante, gracias al sacrificio de dichas mujeres, pudo ir a la escuela elemental, en donde  aprendió a leer y escribir. Al parecer, no logró realizar estudios más avanzados; así lo cree su compañero de lucha,  Don Estanislao Lugo.

En el censo de 1930, Tomás aparece con el nombre de  Tomás López, y su hermana como Pura López. Ambos seguían residiendo en el mismo barrio de Ponce, junto a su madre, abuela y una nueva integrante de la familia, su prima, Inés Santiago, de 29 años. En este momento, todas eran costureras, a excepción de la abuela, quien probablemente se había retirado del oficio. Tomás, al parecer, no tenía empleo.

Era un hombre místico. Sobre sus creencias religiosas, sabemos que practicaba el espiritismo y que solía decir que “los espíritus lo aconsejaban.” Además, Jacinto Rivera Pérez señala que López de Victoria formó  parte de una Logia Masónica que fundaron masones independentistas puertorriqueños, y que, “era un estudioso de la organización de los Rosacruces y para muchas actuaciones de su vida seguía normas de esa institución.”

Desde muy joven, Tomás López de Victoria es atraído por y se familiariza con las ideas que practicaban y defendían los miembros del Partido Nacionalista de Puerto Rico. Dicha organización, abiertamente bolivariana y antiimperialista luchaba por la independencia y soberanía de Puerto Rico. Es muy posible que Tomás haya establecido contacto con la organización a través de su hermana mayor, Pura, quien era miembro del colectivo, pero también pudo haber sido a través de las Sub-juntas del Partido Nacionalista, ya que la gran mayoría de éstas se encontraban precisamente en los  barrios obreros y pobres de la isla.

A pesar de no haber podido estudiar, recibe cátedra de sus líderes, en Ponce, en especial de José Enamorado Cuesta -líder nacionalista, comunista, militar, poeta, historiador, y amigo personal del Presidente del Partido Nacionalista, Don Pedro Albizu Campos-, a quien durante los primeros años de la década de 1930 le tocó llevar a cabo una  intensa campaña en favor de la independencia de Puerto Rico en Ponce y, gracias a ésta, logró concienciar e inspirar a toda una generación de jóvenes patriotas ponceños.

En 1932, con 20 o 21 años de edad, decide  ingresar oficialmente al Partido Nacionalista y jura dar la vida y la hacienda en la lucha por la independencia de Puerto Rico. Don Eufemio Rodríguez Pérez, zapatero y abnegado luchador nacionalista, juramentó al patriota. Desde ese momento, Tomás abraza fervorosamente el ideal nacionalista y ese mismo año se juramenta como Cadete de la República en Ponce. El cuerpo de cadetes era una organización cívico-militar organizada por dicho Partido en los diferentes pueblos de la isla, con el fin de disciplinar a la juventud nacionalista. Utilizaban un uniforme que consistía de pantalón blanco, zapatos negros y camisa negra de manga larga, la cual simbolizaba el luto de la patria por la opresión colonial norteña, con la insignia de la cruz de Jerusalén en el hombro izquierdo y un gorro militar tipo kepis. El uniforme sólo era utilizado en las conmemoraciones y paradas que se organizaban. Los cadetes tenían prohibido, además, llevar armas a las paradas y actividades del partido.

En dicho cuerpo, Tomás recibe instrucción militar y aprende sobre la importancia del valor y la disciplina revolucionaria. Para ese entonces, los cadetes de Ponce recibían instrucción militar de José Enamorado Cuesta, quien era el Comandante de Instrucción del Cuerpo de Cadetes de la República. Tomás se destaca como líder entre sus compañeros cadetes, y se gana la confianza de los altos líderes del Partido en Ponce, en especial la de su instructor. Durante el proceso de instrucción, probó ser el más apto y confiable de los muchachos que se adiestraron en el manual de armas con cabos de hacha. Es por esta razón que Enamorado Cuesta lo condecora con el rango de Capitán del Batallón de Cadetes de la ciudad de Ponce. Desde entonces, se dedicará  “exclusivamente al partido y a organizar a los Cadetes.” A veces, hacía un poco de todo para sostenerse, ya que no tenía un trabajo fijo.

Le tocará a López de Victoria, como Capitán de los Cadetes de la República de Ponce, prepararlos militarmente. Tomás era un excelente instructor. Sobre este particular, su discípulo, Estanislao Lugo, dijo que: “ponía mucho empeño en enseñar  a los cadetes en hacer sus movimientos…” El entrenamiento militar que recibían “era como si fuera un pelotón del ejército”, pero con mandos en español. Como instructor era “serio y estricto” y muy “exigente con la disciplina”; de hecho, el cadete que no cumpliera con las reglas, podía ser expulsado. Al parecer, ante un acto de indisciplina, sólo mediante una excusa justificable el cadete podía evitar la sanción. Por ejemplo, el 11 de marzo de 1937, la Sra. L. M. de Escobar,  esposa del Teniente de los Cadetes de Ponce, Elifaz Escobar,  le envía una carta a Tomás López de Victoria, con la intención de que se excusara a su marido por no haber podido ir a practicar los ejercicios militares: “Elifaz no puede asistir a los ejercicios porque llegó bastante enfermo del trabajo.”

Sobre la disciplina de Tomás, José Enamorado Cuesta señala que en una ocasión en que los Cadetes de la República marchaban por la Calle León, en Ponce, con López de Victoria como Capitán, el jefe de la policía llamó a Enamorado para comunicarle que no podían marchar por dicha calle. Cuesta llamó a Tomás y le dijo: “Manda columna derecha, columna derecha otra vez, y salimos por otra calle.” Tomás no solicitó explicaciones. Era de férrea disciplina.

Además de ser un hombre disciplinado, era -según uno de sus discípulos- “fiel y sincero”  y un “gran ser humano.” También, como Pedro Albizu Campos, López tenía un gran sentido del humor. A manera de ejemplo, Tomás le decía al líder máximo del nacionalismo, quien era muy católico, para observar su expresión, que cuando Puerto Rico fuera libre expulsaría a todos lo curas de la isla.

Es imposible hacer la historia de la  Masacre de Ponce, sin mencionar a Tomás López de Victoria,  ya que fue él, como Capitán de los Cadetes, quien tuvo la disciplina y el valor de transgredir el “orden” colonial, desafiar, enfrentar y desenmascarar al imperialismo estadounidense.
El  19 de marzo de 1937, la Junta Nacionalista de Ponce envía a la prensa un comunicado en el que anunciaba una actividad que se llevaría a cabo el 21 de marzo de 1937. En ésta, se pretendía conmemorar la abolición de la esclavitud y protestar por el encarcelamiento de Pedro Albizu Campos y otros líderes del nacionalismo. Además, el comunicado  anunciaba  una concentración de las Divisiones de los Cadetes de la República y el Cuerpo de Enfermeras del distrito de Ponce y de los pueblos adyacentes,  para recorrer las principales calles de la ciudad,  y luego celebrar un gran mitin público en la Plaza Muñoz Rivera a las 8:00 p.m.

El 21 de marzo de 1937 asistieron a la parada de Ponce cerca de 80 miembros del  Cuerpo de Cadetes y el Cuerpo de Enfermeras de la República, la mayoría de ellos de los pueblos de Ponce y Mayagüez. Según llegaban debidamente uniformados, se iban colocando de tres en fondo, como veinte en cada fila. Al frente se encontraban los cadetes de Ponce, capitaneados por Tomás López de Victoria y Elifaz Escobar (su Teniente); seguían los de Mayagüez, bajo el mando del Capitán de Cadetes, Orlando Colón Leiro; les seguían las integrantes del Cuerpo de Enfermeras, y la orquesta de músicos. Como de costumbre, todos los cadetes estaban desarmados, sólo llevaban rifles de palo, que utilizaban para marchar y llevar a cabo sus prácticas militares.

Pero, para sorpresa de muchos de los presentes, además de los Batallones del Ejército Libertador, también asistieron de 150 a 200 policías armados con rifles, carabinas, subametralladoras Thompson, bombas lacrimógenas, revólveres, macanas, toda la parafernalia necesaria para matar.  Los policías rodearon por todos los puntos cardinales a los Cadetes y las Enfermeras, sin dejarles espacio para la retirada. A pesar de la atmósfera de terror, Tomás, quien era según su amigo y compañero de lucha, José Antonio Torres Martinó, de un “carácter sólido”, no se dejó amedrentar, mantuvo la compostura y a los cadetes y enfermeras estáticos en sus posiciones.

El jefe de la policía se acercó al liderato nacionalista y les comunicó que la parada militar no podía llevarse a cabo. Del mismo modo, el oficial de la policía, Soldevilla, intentó persuadir a Tomás para que suspendiera el desfile. Según el entonces Cadete de la República y sobreviviente de la Masacre,  Miguel Ángel Echevarría, fue tanta la insistencia de Soldevilla que en varias ocasiones azotó fuertemente en el pecho a Tomás con una fusta, pero éste se mantuvo firme en sus propósitos originales. Eufemio Rodríguez, también recuerda ese suceso y señala “que minutos antes de comenzar la marcha un teniente de la policía insular cogió una fusta y se la puso en el pecho a Tomás López de Victoria tratando de impedir que los Cadetes de la República comenzaran la marcha programada.”

El licenciado Manuel Caballer -sobreviviente de la Masacre de Ponce y amigo personal de Tomás López de Victoria-  afirma que el Ingeniero Municipal del pueblo de Ponce, el Sr. Amill, también se le acercó a López de Victoria para suplicarle que disolviera la parada. López de Victoria le respondió que él sólo era el Comandante militar, que fuera a discutirlo con los líderes civiles de la Junta Nacionalista de Ponce, que él acataría lo que ellos le ordenaran. Mientras el ingeniero discutía con la directiva de la Junta Nacionalista, López de Victoria temiendo que éstos le ordenaran suspender la parada, se dirigió a los músicos, y ordenó que comenzaran a tocar. Los músicos, comenzaron a tocar la Borinqueña  pero, con un desgano “que daba pena.” López, se molestó ante la debilidad de los músicos, y exigió efervescencia, por eso gritó: “Música, Puñeta”. La reacción de Tomás enardeció el ánimo de los músicos. Al finalizar la música, el público aplaudió,  mientras otros dieron vivas a la República de Puerto Rico.

Una vez la banda finalizó, López de Victoria, quien se encontraba al frente del batallón, junto a los abanderados del cuerpo de cadetes, Porfirio Rivera Walter y Santiago González, levantó su espada de madera y, armado de valor, ignoró toda la artillería pesada que tenía de frente, dio la orden de atención, y prosiguió: “¡firmes, de frente, marchen!” Sus discípulos, como buenos soldados disciplinados, no cuestionaron la orden de su Capitán y comenzaron a marchar, desarmados, frente a los cañones del enemigo. Simultáneamente con la orden de Tomás, se escucho un disparo; así comienza el suceso que ha sido bautizado por el pueblo puertorriqueño como la Masacre de Ponce.

Los Cadetes en formación, sin romper filas, recibieron la primera descarga.  Inmediatamente, Tomás López de Victoria ordenó a los cadetes y enfermeras  tenderse en el suelo; dio el mando: “de cara al suelo,” pero él se quedó de pie, y fue herido. Gracias a ese ejercicio protectivo, aquellos que escucharon la orden se tiraron al suelo y lograron salvar sus vidas, ya que las balas les pasaron por encima. La policía militarizada estuvo disparando indiscriminadamente por espacio de unos quince minutos.
Como consecuencia de los disparos, hubo un total de 22 muertos y entre 150 a 200 heridos. Muchos de sus discípulos fueron impactados por las balas; dos de ellos, Luis Jiménez y Bolívar Márquez, no corrieron las misma “suerte” y murieron como consecuencia de los disparos.

Como mencionamos, Tomás López de Victoria fue uno de los heridos,  recibió un balazo en el lado izquierdo del abdomen y una contusión en la cabeza, la cual alegó que le fue inferida por la policía con una macana.

El hecho de que los cadetes y enfermeras decidieran obedecer la orden de Tomás, nos dice mucho sobre su carácter y capacidad como instructor militar. Quedó demostrado que era un hombre extremadamente valiente y un excelente instructor, ya que sus discípulos habían adquirido dos virtudes vitales para el funcionamiento de un cuerpo militar: valor y disciplina. En entrevista a Estanislao Lugo, sobreviviente de la Masacre de Ponce y Cadete de la República, le preguntamos por qué los Cadetes obedecieron la orden de marchar, a pesar de la atmósfera de terror. Él nos respondió: “El cuerpo de cadetes era un cuerpo disciplinado. Cuando tú estás, cuando tú eres parte de un cuerpo disciplinado, tú tienes que obedecer las órdenes, como la obedecen los soldados, como la obedece la policía.” 

Para muchos, la decisión de ordenar marchar a los cadetes puede ser percibida como un acto de locura. Pero dudamos mucho que él haya perdido la cordura. Sabía que como capitán militar tenía que dar el ejemplo, había hecho un juramento, el de dar vida y  hacienda en la lucha por la independencia de Puerto Rico y, como buen revolucionario, no se dejó amedrentar, decidió desafiar a las fuerzas represivas del Imperio y cumplir con su responsabilidad patriótica. Y es que, como expresó el Lcdo. Manuel Caballer, López de Victoria sabía que si en la primera confrontación grande, el Partido Nacionalista se rendía y se entregaba, el partido quedaría destruido para siempre, ya que significaría la derrota moral del movimiento. Con su acción ese día, Tomás salvó el honor del partido y llevó a la práctica el dogma albizuista: “La Patria es valor y sacrificio.” Albizu Campos, nunca olvidaría el valor, la abnegación y el espíritu de sacrificio que demostró ese, 21 de marzo,  López de Victoria. En un discurso pronunciado doce años después, en la conmemoración  de la Masacre de Ponce, Albizu Campos exaltaría la gesta de Tomás, como símbolo del verdadero patriotismo.

Como era de esperarse, Blanton Winship -autor intelectual de la Masacre de Ponce, general del Ejército de los Estados Unidos y Gobernador de Puerto Rico-,  hizo responsable de la matanza a los nacionalistas. Un grupo de ellos, entre los que se encontraba López de Victoria fueron arrestados, encarcelados, y llevados a juicio. Se les acusó de motín, asesinato, portación de armas y ataque para cometer asesinatos. Sin embargo, después de tres meses de pruebas y contra-pruebas terminó el juicio, y un jurado compuesto por puertorriqueños, entre los cuales no figuraba un solo nacionalista, ni un liberal, rindió un veredicto de absolución total.

Ni la experiencia de la Masacre, la persecución, las heridas, el asesinato de sus compañeros, los juicios o la cárcel, lograron destruir al “monolítico” e “inexorable” de Tomás López de Victoria, su  lucha continuaba.


José Manuel Dávila Marichal Estudiante Graduado de Maestría en Historia en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras

http://goo.gl/11crI

6 jun 2011

Primera graduación del Instituto Hostosiano de Educación Política

Por Vilma Soto Bermúdez / MINH

La primera clase graduanda del Instituto Hostosiano de Educación Política (InHEP) fue promovida anoche 3 de mayo durante su acto oficial en la sede nacional del Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH).


Yahariel Nazario, joven integrante del InHEP y también graduando, fue el moderador de la actividad. En sus palabras de bienvenida enfatizó que «Nunca es tarde para conocer lo que no se sabe, ni muy temprano si se trata de teorizar. Es el conocimiento nuestra arma más poderosa; arma de construcción masiva y de liberación de pueblos.»

Concluyó su mensaje aludiendo a los principios del InHEP: «La educación es nuestra herramienta de excelencia para conseguir la emancipación personal y colectiva. El Instituto Hostosiano de Educación Política es un gran paso adelante, este esfuerzo no va a ser olvidado.»

Acto seguido, Nazario presentó a Ángel Enrique Rodríguez Castro, fundador y director del InHEP quien en su intervención agradeció calurosamente a la Juventud Hostosiana por apoyar su proyecto, al Movimiento Independentista Nacional Hostosiano (MINH), a Madres Contra la Guerra, a la compañera Doris Pizarro y a otros compañeros que desde el anonimato fueron clave para la creación del Instituto. Entre ellos agradeció al secretario  de Organización del MINH, Juan Luis Gómez, a Manuel Rodríguez quien hiciera el logo del Instituto, a quien escribe y a Ibrahim Rivera, compañero que contribuyó con la creación de la página en internet del InHEP.

Asimismo, subrayó su convencimiento de la necesidad que «tenemos los jóvenes de crear espacios de educación política» y adelantó su visión de convertir el InHEP en una escuela nacional donde todos puedan «venir a capacitarse políticamente dentro del pensamiento hostosiano.»

Rodríguez Castro recordó que «la InHEP se fundó el 13 de enero de 2011, hace apenas cuatro meses y hoy graduamos a 16 estudiantes. Esta iniciativa de los jóvenes responde a la necesidad de formar una juventud ilustrada y luchadora capaz de superar los grandes retos sociales y políticos de nuestro país».

Luego de un intermedio musical a cargo de la cantante Ivania Zayas que deleitó con su voz y repertorio a los presentes, llegó el momento más esperado: La entrega de diplomas. 

Uno a uno fueron llamados los integrantes de esta primera clase graduanda. Sus nombres son: Gisell Acevedo, Yahariel Nazario Colón, Francisco Amundaray Díaz, Maribel Pontón Martínez, Denis Areché, Patricia Rivera, Héctor Cintrón Príncipe, Natalia Rivera Nieves, Yasiel A. Figueroa Sánchez, Fernando Rivera Vélez, Rafael Guerrero García, Ángel E. Rodríguez Castro, Zuleyka López Lisojo, Marcos Rodríguez Frese, José Braulio Morales y Manuel Rodríguez Ortega.

¡Enhorabuena!