POR. RUBEN ANDINO MALDONADO/ PUNTO FINAL
Recién llegado de su gira a Europa con Camila Vallejo (presidenta de la Fech), Giorgio Jackson (presidente de la Feuc) y Francisco Figueroa (vicepresidente de la Fech), Gabriel Iturra Castillo, ex vocero de la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundarios (ACES), dice que los jóvenes repudian a los partidos tradicionales, pero no a la política. A la vez anuncia el surgimiento de una nueva fuerza de Izquierda, construida sobre la base de las luchas sociales actuales y arraigada en la tradición del gobierno de Allende. Argumenta que el Congreso Nacional, principal bastión de la “clase política” chilena, carece de legitimidad para intervenir en el conflicto de la educación porque no comprende las claves del actual momento histórico y se niega a asumir la profundidad de la crisis de representación que la afecta.
Opina que Chile todavía no es una democracia plena, que existe miedo inconsciente a la dictadura -que inmoviliza a las generaciones anteriores a la suya-, y afirma que el movimiento por la educación es sólo una de las expresiones del descontento de la sociedad por la profunda desigualdad que separa a la minoría rica de la inmensa mayoría, que vive en la pobreza o al filo de ésta.
Gabriel Iturra Castillo (19), ex presidente del centro de alumnos del Liceo Miguel Luis Amunátegui de Santiago, es uno de los artífices de la refundación del movimiento estudiantil secundario, después del largo reflujo que lo afectó tras la llamada “revolución de los pingüinos”. “Soy un ex dirigente que participó como luchador social comprometido con el proceso de desarrollo de la ACES. Sigo ayudando al movimiento desde afuera, en actividades como el viaje a Europa, en el que se pudo explicar la situación que enfrentamos hoy. La gira fue exitosa desde el punto de vista de las instituciones que visitamos: Unesco y la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas, el Parlamento Europeo y diversas instituciones en Francia, Bélgica y Suiza. En Europa se habla de la ‘primavera chilena’ y se cree que es un fenómeno parecido al de los indignados. Les explicamos que nuestro movimiento no es una pataleta y no se debe sólo a indignación: estamos exigiendo el cambio de un modelo”.
La prensa de derecha ha dicho que a ustedes no les fue bien en Europa…
“En la reunión que sostuvimos en Ginebra con el Alto Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, expusimos la situación de represión con fotos, videos y otros documentos. Nos dijo que el gobierno chileno debe, desde hace dos años, el informe sobre la situación de derechos humanos en el país. Se comprometió a enviar un relator especial para que elabore un informe en terreno.
También dijimos al Comisionado que el Congreso Nacional no tiene legitimidad suficiente para tomar decisiones y que cualquier legislación que salga de esa instancia parlamentaria no será una decisión que represente a la sociedad chilena. Todavía no vivimos en una democracia plena y se continúan violando los derechos humanos. Ya no se tortura sistemáticamente como en dictadura, pero sigue habiendo torturas, acciones ilícitas y montajes policiales”.
Crisis institucional
¿Hay una crisis institucional?
“Hay una crisis de la clase política, de los partidos tradicionales y de la institucionalidad. Cada vez los jóvenes votan menos en las elecciones, pero la paradoja está en que ahora participan más. Se nos acusó de ‘no estar ni ahí’, pero el movimiento de los estudiantes dejó de manifiesto que los jóvenes sí tenemos mucho que decir.
Me preocupa también la reacción de algunos senadores de la Concertación que piensan como la derecha, tal como quedó de manifiesto en las críticas al senador Guido Girardi por negarse a usar la fuerza pública para desalojar el Senado, ocupado por manifestantes. En la Concertación hay dos tendencias: una proclive al movimiento estudiantil y otra que está más cerca de Piñera”.
El gobierno también parece tener dos caras.
“Todos nos damos cuenta del populismo de Piñera cuando dice que nuestras demandas son justas y sabemos que la verdadera opinión del gobierno aparece cuando sus ministros nos tachan de ultras.
Representamos una nueva alternativa de Izquierda, no añeja ni basada en el modelo de la ex URSS. Se busca generar cambios por la vía del poder popular y la toma de decisiones en asamblea, que marquen otra forma de hacer política. También miramos con buenos ojos el surgimiento de opciones unitarias de la Izquierda, que comiencen a ganar espacio en los municipios, en las alcaldías o el Congreso; pero sabemos que en Chile domina la ultraderecha y seguimos siendo una dependencia del imperio norteamericano.
Nuestra alternativa de construcción política no va por el camino de los partidos tradicionales ni por la vía electoral. Creemos en una democracia que se practique en la base y bajo la forma de un poder popular. En el modelo actual de democracia, votar cada cuatro años es la única forma de participación y los jóvenes no nos sentimos parte de ese sistema. La responsabilidad no es sólo de los partidos, sino también del marco institucional en que se hace la política. Me refiero a la Constitución de Pinochet y a un sistema electoral binominal, en que los grupos políticos más pequeños no alcanzan representación, porque los peces grandes se comen a los chicos.
Nosotros no jugamos en este tongo. En las actuales condiciones, es ridículo ir a elecciones porque no cambiará nada y seguirán en el poder los mismos. Aquel que consiga más plata será presidente, senador, diputado o alcalde.
Toma fuerza entre nosotros la idea de crear una nueva organización, más participativa; que retome distintas matrices históricas de la Izquierda, como son las de Recabarren, Salvador Allende o Miguel Enríquez, por nombrar algunas figuras. Somos una generación con memoria, estrechamente ligada con el proceso de la Unidad Popular y con la lucha que se dio dentro y fuera de Chile durante la dictadura”.
Otra Constitución
¿Es prioritaria una nueva Constitución?
“El plebiscito no es buena solución, porque no es vinculante y deja fuera a los estudiantes secundarios, que son menores de edad. Una nueva Constitución debe ser resultado de un proceso de acumulación de fuerzas y de toma de conciencia colectiva.
Existe un vínculo natural entre el movimiento por la educación y el conjunto de la sociedad chilena, que se expresa en el 80% de apoyo que hay en la ciudadanía. Las movilizaciones partieron en 2011 con demandas medioambientales y después siguieron con la educación; pero se está abriendo paso una fuerza social mucho más amplia, en la que se expresan profesores, sindicatos, ecologistas, trabajadores del cobre, empleados públicos, indígenas, consumidores, pobladores, mujeres o activistas por la diversidad sexual.
Se dice que esta es la rebelión de la clase media pero no creo que lo sea. En Chile solamente hay pobres y ricos. Entre esos pobres hay personas que pudieron acceder a una carrera técnica o universitaria, que les permitió obtener algunos recursos; pero esas personas siguen siendo explotadas, están endeudadas con cuantiosos créditos y pagan dividendos que superan con creces sus ingresos.
Estos diferentes grupos de ‘indignados’ están pasando de la indignación a la organización y después de eso, a la acción. El desafío es lograr que ese 80% que está de acuerdo con las movilizaciones vaya más allá de decir lo que piensa a través de una encuesta telefónica y que marche junto a nosotros. Los estudiantes solos no pueden resolver todos los problemas; necesitamos que los trabajadores, los pobladores, nuestros padres y madres, se movilicen con nosotros; no sólo por la educación, también por vivienda y salud o por un salario digno”.
Propuestas precisas
Se critica que las demandas estudiantiles son ilusorias. ¿Qué responde?
“La ACES ha elaborado con especialistas una propuesta que entrega con precisión y claridad el detalle de las soluciones a los problemas planteados. En cincuenta páginas explicamos de dónde saldrá la plata para financiar la reforma y también cómo gastaremos esa plata para dar vida a un sistema nacional de educación estatal articulado, desde la educación de párvulos hasta la universitaria”.
¿Qué opina de la educación subvencionada?
“En una primera fase proponemos reemplazar la educación municipal por un Sistema Nacional de Educación Estatal, al que el Ministerio de Educación entregue, mediante aportes basales, el doble o triple de los recursos que ahora destina a cada alumno. En la siguiente etapa planteamos que los cinco mil colegios particulares subvencionados que no cumplan con los estándares mínimos del Mineduc pasen al control del Estado y, en un plazo más largo, aspiramos a homologar los estándares de la educación particular y pública, mediante un mayor aporte de recursos, control comunitario, participación de los profesores y una reforma pedagógica que permita a los colegios estatales ofrecer igual o mejor educación que los particulares. Queremos cinco mil liceos de excelencia, y sabemos que ésta no es una meta alcanzable en un año. Sin embargo, para lograrla tenemos que trabajar desde ahora”.
¿Qué camino le queda al movimiento por la educación?
“Derecha y Concertación no están a la altura de lo que el pueblo quiere. Ya no es posible otro abrazo como el que selló el acuerdo de 2006. Llevamos seis meses de paro y no creo que los políticos profesionales quieran bajar más en las encuestas. Si no acceden ahora, seguirán alimentando un reventón social gigante; porque detrás de los estudiantes están sus familias. Si no hay respuestas, el conflicto se extenderá y será cada vez más radicalizado. ¿Se habrán puesto a pensar qué pasará cuando la actual generación secundaria llegue a la universidad?
A su vez, si quiere responder en parte a los deseos del pueblo, la Concertación tiene que votar en contra la propuesta de presupuesto para educación 2012, y ojalá que los parlamentarios socialistas recuerden qué es ser socialista”.
¿Y qué pasa con los intelectuales?
“Creo que a los intelectuales de todo el mundo les hace falta bajar más a las bases y estar donde las papas queman. No se pueden hacer análisis político sentado en un sillón. Este movimiento es político, social, cultural y hasta religioso.
En América Latina y en Europa existe una reacción ante el fracaso del modelo económico, político y cultural que es el neoliberalismo. Vemos cómo las potencias mundiales están cayendo y los movimientos sociales levantan su voz, de acuerdo a sus particulares realidades. La sociedad actual debe cambiar porque es muy injusta, ya que muchos tienen poco y pocos tienen demasiado. Por ese motivo nos sentimos parte de las experiencias de Bolivia, Cuba o Venezuela. Cada vez se hace más evidente que lo que nos sucede está relacionado con lo que ocurre en Latinoamérica y en el mundo”.
Publicado en “Punto Final”, edición Nº 746, 11 de noviembre, 2011
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