31 ene 2012

Requiem para un paraíso


Escrito por Francisco Andrés Santiago Cintrón / Carta de la Juventud

Del Alzaheimer histórico del cual escribo
engendrado antes del gran Macondo
donde en un hoyo hondo
nací yo envuelto en el olvido.

Torpe como simio
crecíviendo carros con biombos comiéndose las luces
y el Cañon más sucio del mundo hecho todo un bello vertedero.

y distante, muy distante, una isla llena de plomo y fuego
que en sus calles caminaban
mujeres híbridas cuyas caras eran de conejillo de india.

Mira que hoy salió en primera plana, !Dios mío!
Han lanzado de los puentes perros
para ver si así volaban...

Dicho sea por la títere de adultos que da sus espectáculo a las seis
Con "ratings" por encima
pues hoy llegan las vacas gordas
Se acaba de tener un video de brutalidad policiaca.

Aquí la reina de los valores del dólar
con todala gloria de la cara de dueños esclavos.
Donde el progreso se mide en concreto
en pies cuadrado, ladrillos y cemento
en bases militars, monopolios,contaminación y dialectos.

Si alguien tiene alguna duda al respecto
no se preocupe
se le dará un referido para que se le atienda el mesías.
Si es que tiene tiempo.

Y su gran partido de apósteles cubiertos de "bling-bling" y "fichería"
tratando de soportar el reloj Rolex que le cuelga de la mano mientras conducen el deportivo del año para promocionar el
nuevo "drive-through" de predicaciones.
He apoyar la construcción de momentos de cuya sombra no entran ni los muertos
pues detrás el robo, la opresión, el asesinato y el carpeteo,
el meao que mancha a féretos en el cerro
los distinguen como próceres de este pueblo.

O más aún
se espera por el cuello blanco
!Allá! !El del Norte!
Cada cuatro años,
para dejarle un cheque jugoso
y quizás una estatua de millones
Mientras que la tierra se pudre
en espera de la grandeza sepultada afuera.

Aquí el futuro abogadoo médico servidor
estudiante elecuente con siete años en las costillas y un futuro incierto
digno de cambiar
se le acusa de criminal, opresor, y mugre
porque prefiere intercambiar sus ideas...
y exigir progresar aún más...

En el Paraíso de la Locuras
donde el pobre le va al rico
el rico al rico
y así "todos" ganan.

En este Paraíso
y yo como loco escupo este poema
pensando que no se mejorará el papel.

Y cualquier parecido al presente es pura coincidencia...


19 ene 2012

Hostos en mi formación ideológica


Escrito por Ángel Enrique Rodríguez Castro / Juventud Hostosiana


Eugenio María de Hostos ha sido uno de los próceres puertorriqueños que han influenciado mi pensamiento político. Su vida ejemplar siempre deber ser recordada como lo hemos hecho cada 11 de enero y sus obras estudiadas por las nuevas generaciones de jóvenes puertorriqueños, caribeños y latinoamericanos.

En uno de sus libros más conocidos, ''Moral Social'', el prócer puertorriqueño denuncia el imperialismo, las injusticias sociales, el enriquecimiento injusto y la inmoralidad de la clase política y las consecuencias sociales de permanecer las conductas inmorales de las clases gobernantes.

De acuerdo con De Hostos la política no puede estar divorciada de la moral ya que la política sin moral es el arte de destruir el derecho. La política es una rama del derecho, por tanto la política debe estar subordinada al derecho. ¿Pero en palabras simples, qué se comprende por política y moral? Contestando de una vez:

1. La política son las decisiones que toma una sociedad; tales decisiones no pueden atentar contra el derecho entiéndase, contra los derechos civiles, ambientales, sociales, culturales, económicos, etc.

2. La moral es el cumplimiento del deber. Es la ciencia de las costumbres y los deberes. Los deberes son las obligaciones que nos impone la naturaleza y las costumbres son las conductas repetidas.

En la introducción de Moral Social Hostos escribió: ¿Qué ha de hacer la ciencia de las costumbres y los deberes? Respondiendo: Convertir los deberes en costumbres. El objetivo de la moral es que el ser humano tome conciencia y sea costumbre hacer el bien. Además quiere que el ser humano, cuando cumpla con su deber sienta la satisfacción del deber cumplido, porque solamente así el ser humano no faltará a su deber.

Las sociedades tienen deberes políticos que cumplir, porque el cumplimiento del deber surge de una necesidad. El deber político de todo puertorriqueño es luchar por libertad de Puerto Rico y por la justicia social. Porque la libertad es que nadie te impida cumplir con tu deber. Es por eso que condenó enérgicamente el colonialismo. Porque el colonialismo es una camisa de fuerza que nos limita a decidir libremente sobre nuestro destino, sobre nuestro desarrollo económico, por tanto que implementemos políticas públicas acordes con la realidad social y para el mejoramiento de la patria.

Es decir, el colonialismo nos trata de hacer faltar a nuestro deber de patriotismo. Es por eso que todo puertorriqueño tiene que ser independentista, porque la independencia es un derecho inalienable, es un derecho de necesidad y dentro del coloniaje nada se puede hacer que no sea colaborar con la obra de destrucción de la nación puertorriqueña.

En fin tras 172 años del natalicio del Apóstol de la independencia de Puerto Rico, este joven hostosiano considera su pensamiento vigente y grita:

¡Viva Hostos!


14 ene 2012

La nueva apuesta hostosiana

Escrito por Carlos Rivera Lugo   

«Vosotros los que en vez de vivir, peregrináis, seguid con paso firme. La desdicha que os espera es tan gloriosa, que no la trocareis por la inútil felicidad de los felices.» 
Eugenio María de Hostos

Ayer conmemoramos un nuevo aniversario de ese hito en la historia educativa de Puerto Rico: la apertura en Mayagüez de la primera institución universitaria puertorriqueña comprometida con una identidad programática hostosiana. Desde el inicio mismo de sus trabajos fundacionales y organizativos hubo quienes, como Gil Cancel, me advirtieron de las dificultades innatas que enfrentaba en Mayagüez cualquier proyecto inspirado en la memoria y enseñanzas del Maestro Eugenio María de Hostos. No debes albergar mucha esperanza en cuanto al éxito del proyecto, me advertían. Según éstos, la historia era implacable en su juicio: Hostos nunca fue profeta en su tierra, ni vivo y menos muerto, sobre todo en Mayagüez que hasta el momento le había dado la espalda a todo aquello que se identificase con él. Otros pretendieron descalificarla como la “escuelita de Mari Brás”, una especie de nido de radicales desde el cual se subvertiría el orden establecido. Incluso, un atrevido banquero local, de triste recordación, llegó a recomendarle a la compañera Nora Rivera Carrasquillo y a mí que mejor sería que nos llevásemos nuestro proyecto a otro lado, a Ponce o a San Juan, donde tal vez tendría mejor futuro.

Aún así, los fundadores de la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos asumimos el reto. Así las cosas, hace 17 años, el 10 de enero de 1995, el primer ejecutivo mayagüezano, José Guillermo Rodríguez -para todos los fines prácticos otro de nuestros fundadores- le dio la bienvenida, junto a este servidor, a la primera clase de apasionados y comprometidos aspirantes que decidieron hacer su apuesta a favor de esta nueva aventura educativa cuyo objetivo abierto era la formación de un nuevo tipo de jurista, el jurista total al que nos invitó Hostos.

Para el Maestro habían dos tipos de Derecho. El prevaleciente, calificado por el como Derecho parcial, se caracterizaba por su tecnicismo y mecanicismo que privilegiaba el hábil y adversativo manejo de la letra de la ley para fines particulares en detrimento del bien y de la justicia común, la que llamaba justicia total. Para la consecución de esa justicia total había que cultivar lo que llamó el Derecho total el cual sólo se da a partir de una legislación que propenda a la plena inclusión y armonía de todos y todas en la sociedad.

El Derecho constituye en ese sentido un instrumento ordenador que recoge la voluntad del pueblo como soberano para constituir un orden social y modo de vida que propicie la plena libertad y progreso en equidad de sus miembros. Esa justicia total y ese Derecho total no será obra de los técnicos o los picapleitos, sino de lo que yo he llamado el jurista total como intelectual y organizador orgánico de ese nuevo Derecho como expresión normativa de la libertad inalienable del ser humano.

La Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos se propuso desde su inicio llevar el ideal hostosiano a la práctica, convertirse en una comunidad viva, en que interactuaran críticamente teorías y prácticas; una aula ampliada y extensiva en el que el proceso de enseñanza aprendizaje fuese un parto común de profesores y estudiantes; un amplio e interactivo laboratorio social en el que se estaría ensayando hacia adentro de nuestra comunidad con la constitución de una nueva subjetividad crítica y emancipada para integrar esa democracia total a partir de la cual colectivamente, desde la igualdad de todos, se decida y determine el presente y futuro de uno y de todos.

Los primeros comités evaluadores, fuesen del Consejo de Educación Superior (CES) de Puerto Rico, de la American Bar Association (ABA) o del Tribunal Supremo de Puerto Rico (TSPR), fueron sorprendidos por el hecho de cuán capaces habíamos sido de llevar a la práctica nuestros ideales educativos. De ahí que fuimos la primera escuela privada de Derecho en la Isla que inició sus operaciones con una licencia del CES. A la Facultad de Derecho de la Universidad Interamericana le tomó 18 años obtener la licencia del CES. A la Escuela de Leyes de la UPR se la concedieron automáticamente por ley sin haber tenido que pasar por una evaluación previa.

Por su parte, el Comité Evaluador de la ABA manifestó su admiración por lo que entendía era un nuevo modelo de educación jurídica que podría servir como experiencia alternativa de la que podrían enriquecerse las escuelas de Derecho de Estados Unidos y de Puerto Rico. Incluso, en cuanto a las condiciones financieras de la Facultad de Derecho hostosiana, dicho comité expresó su confianza de que los planes económicos de la institución estaban bien encaminados y no debían confrontar problemas para realizarse de contarse con las acreditaciones solicitadas. Sin embargo, la coordinadora de dicho comité me llegó a comunicar con la mayor honradez que su juicio favorable a nuestra institución no iba a ser bien visto por algunos que se oponían activamente desde las sombras a nuestra mera existencia.

Por otra parte, el primer comité evaluador enviado por el Tribunal Supremo reconoció lo ejemplar de nuestro programa de estudios y comunidad académica. Entonces, ¿dónde estaba el problema? El juicio positivo del comité pareció ir en contra del prejuicio prevaleciente entre los jueces quienes cuestionaban la necesidad y conveniencia de una cuarta escuela de Derecho, como si se tratara de una farmacia o gasolinera, o peor aún, como si quisieran garantizarle un monopolio a las escuelas existentes sobre el mercado educativo de abogados en la Isla. De ahí que, luego de nuestra solicitud, la cual cumplía con las condiciones de su reglamento vigente para la admisión de abogados a la práctica de la profesión y la política judicial establecida a partir de los casos de las escuelas de Derecho de la Universidad Interamericana y la Universidad Católica, el Tribunal cambió el reglamento y las condiciones y nos la aplicó ex post facto. Ahora bien, no sólo decretaron desde ese momento su negativa a darnos el trato igual que se le había dispensado en su momento a las demás escuelas de Derecho del país, sino que nos impusieron a la fuerza un proceso de acreditación sin un reglamento que nos informase de las condiciones específicas con las que debíamos en adelante cumplir para obtener su aprobación y sin un procedimiento administrativo que proveyese, como en el caso de toda agencia de acreditación, instancias diferenciadas de evaluación, decisión y apelación. Los criterios y el procedimiento lo fueron improvisando sobre la marcha en total violación al más elemental debido proceso de ley. El Tribunal se erigió abiertamente en juez y parte.

A partir de ese momento, el futuro de la institución estuvo sujeto, una y otra vez, al arbitrario y prejuiciado juicio de los jueces con el que se pretendió sustituir por completo la valoración experta de la agencia del Ejecutivo específicamente designada por ley para aprobar instituciones universitarias, incluyendo escuelas de Derecho. El CES le advirtió por escrito del conflicto pero más pudo el ciego afán por obstaculizar nuestro desarrollo.

Todos recordarán cómo en febrero del 2000 el TSPR pretendió cerrar definitivamente las puertas de la institución, negándose a partir de ese momento a admitir a priori a nuestros egresados a la práctica de la profesión en Puerto Rico por medio de la negativa a permitirles tan siquiera tomar la reválida. Uno de sus jueces tendría la osadía de alegar que una de las razones para la decisión del Tribunal era el hecho de que no habían suficientes candidatos idóneos para el estudio del Derecho en la región oeste de la Isla.

Si el Tribunal Supremo rectificó posteriormente su abusivo e ilegítimo proceder para concedernos en el 2003 una acreditación provisional, fue por razones de estricta conveniencia institucional relativas a cuestiones presupuestarias que negociaban con los entonces presidentes de las cámaras legislativas, el senador Antonio Fas Alzamora y el representante Carlos Vizcarrondo. Además, la Asamblea Legislativa había declarado en el 2001 como política pública el interés del Gobierno de Puerto Rico en garantizar el desarrollo y acreditación futura de la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos. Dicha declaración de política pública fue debidamente sancionada también por el Ejecutivo, lo que obligó al Tribunal a replegarse momentáneamente en relación a sus planes por cerrar la Facultad de Derecho mayagüezana.

A partir de ese momento el Tribunal puso en marcha un esquema de regulación y acreditación de la Facultad de Derecho que, dada su provisionalidad, estaba predicada en mantener a la institución en la incertidumbre e inestabilidad permanente, de modo que se le hiciese en la práctica imposible garantizar su viabilidad a largo plazo. De su objetivo por cerrar la institución pasaron entonces a controlarla mediante una sindicatura de facto impuesta por un nuevo comité cuya misión en todo momento fue forzarnos a tener que integrarnos o, mejor dicho, entregarnos a otra institución universitaria que se encargase de la “normalización” o, mejor aún, sumisión de nuestro proyecto educativo a la estructura y cultura de poder dirigista y autoritaria prevaleciente en la rama judicial.

En mayo del 2010, el Director Ejecutivo de dicho Comité y miembro de la judicatura nos advirtió que ya el Comité estaba decidido a no renovarle la acreditación a la Facultad de Derecho mientras siguiese en manos de la Fundación nuestra. Si queríamos la acreditación había que cambiar de dueño: así de sencillo o de burdo.

Porque si hay algo que nos demuestra en carne viva el caso de la Facultad de Derecho nuestra es que el Tribunal Supremo constituye la institución gubernamental más autoritaria, clasista y menos sujeta al control democrático por el soberano popular, sea su mayoría roja o azul. Sus continuos reclamos a favor de la independencia judicial oculta, en última instancia, una desmedida pretensión por erigirse por encima de las demás ramas y del pueblo mismo como si fuese el dedo ordenador de Dios, al decir de Nietzsche. Yo interpreto la ley, por ende la ley es lo que yo digo que es y punto, es su farisaico lema. El Estado de Derecho adviene así en pura razón ideológica y sus decisiones apenas ocultan estrictos actos de fuerza.

A nadie debe sorprender por ende que al no haber conseguido su propósito normalizador, mediante la entrega obligada e incondicional de la Facultad de Derecho hostosiana a otra institución universitaria, se procedió nuevamente a intentar obligar a la institución a cerrar sus puertas luego de 17 años de operación ininterrumpida. Se procedió así en total desprecio a la prueba empírica irrefutable que se le sometió demostrando que la condición de limitaciones financieras que aqueja a la institución es el resultado en última instancia de sus propias acciones. El Tribunal procedió en total desprecio del juicio experto del CES quien formalmente certificó la viabilidad financiera de la institución. No le importa el menoscabo millonario que produciría al actual proyecto de construcción de la Biblioteca Juan Mari Brás, con un financiamiento de aproximadamente $6 millones del First Bank de Puerto Rico. Procedió, además, con total indiferencia hacia la propuesta presentada formalmente por el Alcalde de Mayagüez para proceder, bajo ciertas condiciones, a la creación de una corporación especial bajo la Ley de Municipios Autónomos que pudiese servir de sombrilla corporativa de aquí en adelante de la Facultad de Derecho. De paso ignoró por completo la política pública establecida en la Resolución Conjunta del 2001 y renovada mediante Orden Ejecutiva en el 2006.

El proceder impropio llegó a escalarse a tal punto de que el Juez Presidente llegó a pedirle por vía telefónica al Decano de la Escuela de Derecho de Ponce que hiciese todo lo posible por acomodar a nuestros estudiantes en su institución. Incluso, hubo un político mayagüezano, que pretende desplazar al actual incumbente de la poltrona municipal, que irresponsablemente hizo su propio llamado para que nuestros estudiantes abandonasen a nuestra Facultad y se fuesen para Ponce.

Aún así, en agosto pasado se matricularon 31 de los 54 estudiantes que para esa fecha seguían en la institución, ya impedida por la decisión reciente del Tribunal de recibir estudiantes de nuevo ingreso en igualdad de condiciones con las otras tres escuelas de Derecho. Aún así, nuestros egresados nos regalaron uno más de esos éxitos mayúsculos que nos caracterizan cuando obtuvieron el primer lugar en la pasada reválida de septiembre de 2011, junto con los graduados de la UPR. De esa manera, nuestros egresados refutaron contundentemente el razonamiento insustanciado del Tribunal en el sentido de que la reducción actual de ingresos debía automáticamente producir una reducción en la calidad académica de la institución. En todo caso, si algo se ha comprobado es que los hostosianos se crecen ante las dificultades y los retos.

¿Qué le depara el futuro a la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos? A finales de septiembre tuvimos una reunión con los directivos del Consejo de Educación de Puerto Rico (CEPR), para platicar sobre nuestra presente situación. El resultado superó con creces cualquier expectativa que teníamos.

Primeramente, lograron comprender la situación de indefensión jurídica en que se nos ha colocado por parte del Tribunal y el conflicto de competencias existente hace ya tiempo entre la licencia de autorización que nos ha conferido el Consejo, con todos los efectos de ley, para ofrecer nuestro programa de estudios y otorgar el grado académico correspondiente y la pretensión del Tribunal Supremo de denegarle a nuestros egresados el acceso al examen de reválida para la admisión a la práctica de la profesión, contrario al trato preferencial que le da a los egresados de las otras tres Facultades de Derecho licenciadas también por el gobierno.

De la reunión surgió además la determinación de retomar una propuesta que el compañero Mari Brás había hecho en 1997, en el marco de nuestros primeros actos de graduación, para que nuestra Fundación procediese a organizar la Universidad Eugenio María de Hostos con otros programas académicos, además del Derecho, que constituyesen en el corto o mediano plazo nuevas fuentes de ingresos que permitan salvar la Facultad de Derecho en lo que se consigue revertir su precaria situación actual y cambiar la actual política judicial en torno a la Facultad de Derecho nuestra. En esencia, de lo que se trata es transformarnos en lo inmediato, con la facilitación del CEPR, desde una Fundación educativa dedicada sólo a la operación de una Facultad de Derecho, a una Fundación, con la misma misión y filosofía, a cargo de una Universidad, la Eugenio María de Hostos, con otras Facultades y programas. Este paso no estaría reñido con la búsqueda continuada de alianzas o consorcios con otras instituciones universitarias, de Puerto Rico, Estados Unidos, América Latina o Europa. En esa dirección, estamos en conversaciones con dos instituciones universitarias de Puerto Rico, las cuales nos han pedido total confidencialidad para evitar que terceros interesados y enemigos de la institución pueden intentar obstruir cualquier posible acuerdo.

En fin, nos llegó "la hora de los hornos": ampliamos la apuesta estratégica, como fuimos convidados por Mari Brás en su momento, para ver la luz o nos cruzamos de brazos y damos paso a la liquidación del proyecto. Sin embargo, tanto los fundadores como los síndicos nos negamos a considerar la liquidación de nuestro proyecto como opción. Ya hemos iniciado contactos, por ejemplo, para la constitución de una Facultad de Educación de nuevo tipo, sobre cuyo proyecto se está ya en conversaciones con el Dr. Ángel Villarini Jusino y su Organización para el Fomento del Pensamiento (OFP).

Se trabaja asimismo en el diseño de una propuesta para un programa novel de posgrado en Economía Política del Desarrollo que se vincule y contribuya activamente a los planes de desarrollo regional impulsados por el Gobierno Municipal de Mayagüez, incluyendo la potenciación de la estrategia adoptada ejemplarmente por el Alcalde José Guillermo Rodríguez para caribeñizar, latinoamericanizar e internacionalizar las relaciones económicas de la ciudad y la región oeste. Finalmente, se trabaja en el diseño de una propuesta de bachillerato prejurídico de carácter interdisciplinario en “Estado, Derecho y Sociedad” que permita hacer la carrera de estudios jurídicos en 6 años en vez de 7 u 8 como en la actualidad. Éstos últimos dos programas podrían constituir el núcleo para el establecimiento de la tercera Facultad de la nueva Universidad hostosiana: La Facultad de Ciencias Humanas y Sociales.

Para el Maestro, no hay instrumento más eficaz para potenciar la regeneración de nuestra sociedad que la formación de hombres y mujeres de conciencia a partir de unos fundamentos éticos y cívicos emancipadores. Visionariamente lanzó una consigna que posee en las circunstancias actuales de Puerto Rico y del planeta, una pertinencia extraordinaria: “Civilización o muerte”. Con ella, Hostos nos advertía que estábamos ante el siguiente reto histórico: la unión de voluntades y la producción de nuevos saberes para la refundación de nuestra sociedad, para la salvación nacional y planetaria.

Ahora bien, como humanidad más amplia, para Hostos la encrucijada a la que nos enfrentamos es, sobre todo, de tipo civilizatoria: hacer coincidir el progreso material con el progreso moral. Se trata de construir seres humanos y ciudadanos completos, libres, soberanos y virtuosos. Esa constituye también la nueva apuesta programática que hace nuestra Fundación hostosiana.

* Palabras del autor, catedrático de derecho y Presidente de la Facultad de Derecho Eugenio María de Hostos, de Mayagüez, orador invitado de los actos oficiales de la ciudad de Mayagüez en conmemoración del natalicio del prócer mayagüezano, el 11 de enero de 2012.

Celebrando el 140 aniversario de la Confederación de las Antillas

Escrito por Marcos F. Reyes Dávila

Cuando Eugenio María de Hostos (Mayagüez, 1839-1903) fue proclamado el 16 de diciembre de 1938 en Lima, por la Unión Panamericana, “Ciudadano Eminente de América”, la comunidad de estados americanos sabía lo que hacía.

La UNESCO, en noviembre de 1988, invitó a los países miembros a conmemorar el sesquicentenario del natalicio de Hostos, y conforme con ello, la Universidad de Puerto Rico celebró un congreso internacional en el Recinto de Río Piedras que contó con figuras de la talla de Leopoldo Zea, Fernando Aínsa y Juan Bosch, entre otros, y fundó el ahora desinstalado Instituto de Estudios Hostosianos. Para el Centenario de la muerte de Hostos, sólo el Recinto de Humacao de la Universidad de Puerto Rico –a través de la Revista EXÉGESIS– y el Municipio de Mayagüez se acordaron de conmemorar un acontecimiento que en su momento impactó de arriba a abajo el continente y produjo, entre otras cosas, el hermoso volumen titulado “Eugenio M. Hostos: Ofrendas a su memoria” (1904). Estos tiempos son lo que anticipó Antonio Pedreira: los del “ilustre desconocido”.

Repaso algunos textos que se me antojan para proyectar la figura histórica de Hostos dentro del contexto del Bicentenario de la Independencia de los pueblos de Nuestra América y las múltiples gestiones que se hacen para integrar una comunidad regional de la América Latina y el Caribe. La idea de la integración, de la “patria grande”, es uno de los pilares fundamentales del pensamiento latinoamericano por ser el que construye la noción de la propia identidad –punto de partida según Hostos– y con ella la fragua de una utopía de redenciones, y, por lo tanto, los corolarios de su porvenir Don Juan Bosch destaca en su biografía “Hostos, el sembrador” que Hostos tuvo la temprana intuición de la unidad antillana sobre el mar, durante sus frecuentes viajes entre España y Puerto Rico, quizás entre el 1858 y el 1862. Hostos le da a Bosch el pie para esa idea cuando apunta tal cosa en el prólogo a la segunda edición de “La peregrinación de Bayoán”, novela –“poema-novela” la llama Hostos– que Josemilio González considera una de las más importantes novelas latinoamericanas románticas, y en la que ya se ve, se siente y se afirma esa identidad antillana de frente a la metrópoli española, aunque aún crea posible, el joven Hostos de entonces, la construcción de una federación española que incluya a las Antillas. Esa novela se publicó en el 1863, en Madrid, a partir, según parece haber quedado demostrado, de porciones de ese diario que Hostos escribió durante gran parte de su vida. Hostos ve en la novela “un grito sofocado de independencia”, aunque abogue en esos años, por estrategia, por una federación republicana y antimonárquica.

Hostos se distingue de todo el liderato revolucionario por preocuparse más por la libertad que por la independencia. Su obsesión es la tarea a realizar después de la independencia para garantizar la constitución de sociedades libres. Es esa obsesión la que lo mueve a defender la idea de la Confederación de las Antillas tras descartar en el 1868 la posibilidad de constituir sociedades libres en las Antillas con la participación de España. La confederación era necesaria para hacer viable la construcción de sociedades libres en las Antillas que pudieran enfrentar las dificultades del porvenir y los peligros de los países poderosos que acechaban las islas del Caribe.

Juan Antonio Corretjer, José Ferrer Canales, Jorge María Ruscalleda, Emilio Roig y otros autores indagan el origen de esta idea de la Confederación Antillana. Según Corretjer, la idea la propone en las Cortes de Cádiz el cubano José Álvarez de Toledo, en el 1811, lo que desbancaría el primer lugar atribuido a Simón Bolívar. El libertador venezolano, en realidad, lo que hace en Jamaica (1815) es incluir a Cuba y a Puerto Rico en el proyecto emancipador. Ferrer Canales y otros autores destacan que fue durante la guerra de restauración de 1863-65 en la República Dominicana, guerra que demostró que España podía ser derrotada con las armas, que Luperón y otros líderes proyectan concretar una confederación con Haití. Luperón, Ramón Emeterio Betances y Hostos serían buenos amigos. De Betances se señala que propone la idea de la confederación antillana en una proclama de 1867.

Está errado, luego, Fernando Aínsa, cuando dice que el latinoamericanismo de Hostos se genera a partir de la experiencia del exilio, pues, como vemos, es anterior a la etapa que inicia en el 1869, si el antillanismo es parte, o al menos, germen, de ese latinoamericanismo. Lo que es indudablemente cierto es que el mismo se nutre y fortalece en la convivencia con la nutrida emigración neoyorkina, y que se profundiza y sistematiza durante su peregrinación por los países de la América del Sur (1870-1874). Sorprende la conciencia latinoamericana y bolivariana de Hostos nada más al llegar a Colombia y Panamá. Aún en Nueva York, en enero de 1870, advertía del peligro que padecían las Antillas ante el poder de “absorción” de los Estados Unidos. Luego, en Panamá, habla claramente de los peligros del imperialismo norteamericano, de la importancia de mantener neutral el canal centroamericano a construirse ya fuera en Panamá o en Nicaragua, de la necesidad de constituir una confederación centroamericana que incluyera a las Antillas, y que “las Antillas son, políticamente, el fiel de la balanza, el verdadero lazo federal de la gigantesca federación del porvenir”.

Celebrando el 140 aniversario de la Confederación de las Antillas

2 ene 2012

La cultura obrera autodidacta en el anarquismo ibérico


Uno de los méritos de mayor relieve del anarcosindicalismo español ha sido la extensión de una cultura alternativa a la oficial y sin lugar a dudas la más importante del siglo XX que haya podido hacer en España una organización obrera. Su extensión abarcó la gran mayoría del proletariado industrial y agrario en un país donde el derecho a la instrucción y la cultura estaba reservado a la burguesía.

En el terreno de la educación obrera las innumerables escuelas racionalistas anarquistas tuvieron por objeto lograr la libertad absoluta de conciencia, lo que equivalía a poner los cimientos para desarrollar una nueva sociedad, más humana, inspirada en el orden natural que podía permitir el cultivo de los sentimientos y las facultades de las personas en relación con la experimentación del pensamiento.

Por ello, el anarquismo desarrolló esta cultura consubstancial con la de una clase obrera que se apropió de ella. Por ejemplo, uno de los vínculos que se pueden hallar en este sentido son los existentes entre la persona y su entorno ecológico. Un valor cultural y social genuinamente anarquista.

Como es sabido, esta cultura anarquista de la naturaleza y de la paz fue llevada a cabo por hombres y mujeres contra la voluntad de los poderes económicos y religiosos de su tiempo. Es más, esta cultura obrera, alternativa a la burguesa, desarrolló muchas ideas de gran relevancia actual frente a lo que conocemos por pensamiento único contemporáneo.

Si examinamos algunas de estas ideas y sus ensayos hasta donde fue posible su realización veremos que sus objetivos, además de trasladar el orden de la naturaleza a la sociedad, estuvieron encaminados a conseguir que la producción fuese destinada al uso y no al lucro, la distribución igualitaria del producto social del trabajo y la autogestión de la industria por parte de los trabajadores.

A pesar de topar con una fuerza tan arraigada en España como el integrismo católico y los prejuicios burgueses, la acción cultural anarquista demostró que la clase trabajadora posee tanta sensibilidad cultural como cualquier otra.

Esta demostración tuvo lugar, principalmente, a partir de julio de 1936, cuando que el poder religioso fue desplazado y la clase trabajadora pudo expresar sus ideales. Entonces fue cuando se pudo establecer un primer ensayo de sociedad democrática natural en el ser humano, posibilitando pensar en nuevos valores culturales, algo que la política cultural estatal, inmersa en la guerra civil, impidió. Ante esta situación, a partir de mayo de 1937 los anarquistas ya pusieron de manifiesto que la cultura no se pude imponer desde arriba.

Efectivamente hasta 1939, en España fue tiempo de solidaridad internacional entre la clase obrera.

Así, después de estudios como los de Lily Litvak, se puede constatar cómo la cultura obrera no profesional estaba encamina a la búsqueda de un orden social internacional que, esencialmente, conllevaba el pacifismo, la humanización del trabajo y la solución de los conflictos económicos. Se puso de manifiesto que en el orden natural no tienen razón de existir las clases sociales y que éstas son producto de las desigualdades económicas.

Esta cultura anarquista, que tenía por objeto la consecución de la emancipación social, podemos hallarla en la pedagogía racionalista con su red de escuelas en los centros obreros, ateneos, etc., en el teatro de ideas, en una prensa independiente que funcionó eficazmente como verdadero canal de información alternativo. A partir de esta prensa y de un sin fin de publicaciones, podemos hallar los primeros pasos de la educación socioambiental en España. Una educación que traza una nueva cultura del territorio a partir de la geografía social de Elisée Reclus y de una educación para la clase obrera en materia demográfica o ecología de la población a partir de Paul Robin, como fue el neomalthusianismo (procreación humana consciente y limitada).

De la geografía de Reclus surgió en los medios anarquistas ibéricos la capacidad de establecer la relación crítica entre espacio y sociedad y de que el hombre es la Naturaleza misma tomando conciencia de sí mismo.

Así fue como en los medios obreros catalanes e ibéricos, las relaciones entre agua, (el anarquismo español hizo del agua casi una religión) territorio y sociedad, fueran aprehendidas como conocimiento imprescindible para una futura organización social anarquista.

La apropiación en los medios obreros ibéricos de la obra de Reclus ofrecía las claves para interpretar la Naturaleza en términos culturales, sociales y políticos, en el momento histórico en que los anarquistas transformaron la lectura exclusivamente biologista del viejo testamento cristiano que ordenaba a los humanos el dominio de la Tierra. En su lugar, se impuso la necesidad de comprender el medio ambiente para acceder a un equilibrio ecológico humano, es decir, un proceso que requería una evolución cultural permanente ante una Naturaleza en continua transformación.

El anarquismo, a través de sus intermediarios ibéricos, proporcionó una visión global del mundo en un momento histórico en el que se consolidaban los Estados-nación. Entonces, impulsar una visión
holística de la Tierra representaba una gran novedad que coincidía con el gran momento de una educación obrera que posibilitaba la toma de conciencia respecto a la Naturaleza.

De ahí que en los medios obreros anarquistas se pueda afirmar que existió una nueva cultura de la Naturaleza. Ello aportó un verdadero intentó para hallar una nueva cultura del territorio (urbanismo a escala humana) a partir de una nueva estructuración del espacio a menor escala, y con ella, la libre federación de los pueblos, se presentó como he señalado, en un momento histórico desfavorable para la consecución de la estabilidad territorial y social, como punto de partida para acceder a una verdadera descentralización política y una coevolución sustentable con la Naturaleza.

Eduard Masjuan
Número especial Solidaridad Obrera: 100 años de anarcosindicalismo