20 may 2012

Plutonomía y precariado: el declive de la economía estadounidense


Noam Chomsky / Rebelión

Noam Chomsky
El movimiento “Ocupemos” ha experimentado un desarrollo estimulante. Hasta donde mi memoria alcanza, no ha habido nunca nada parecido. Si consigue reforzar sus lazos y las asociaciones que se han creado en estos meses a lo largo del oscuro periodo que se avecina –no habrá victoria rápida– podría protagonizar un momento decisivo en la historia de los Estados Unidos.

La singularidad de este movimiento no debería sorprender. Después de todo, vivimos una época inédita, que arranca en 1970 y que ha supuesto un auténtico punto de inflexión en la historia de los Estados Unidos. Durante siglos, desde sus inicios como país, fueron una sociedad en desarrollo. Que no lo fueran siempre en la dirección correcta es otra historia. Pero en términos generales, el progreso supuso riqueza, industrialización, desarrollo y esperanza. Existía una expectativa más o menos amplia de que esto seguiría siendo así. Y lo fue, incluso en los tiempos más oscuros.

Tengo edad suficiente para recordar la Gran Depresión. A mediados de los años 30, la situación era objetivamente más dura que la actual. El ánimo, sin embargo, era otro. Había una sensación generalizada de que saldríamos adelante. Incluso la gente sin empleo, entre los que se contaban algunos parientes míos, pensaba que las cosas mejorarían. Existía un movimiento sindical militante, especialmente en el ámbito del Congreso de Organizaciones Industriales. Y se comenzaban a producir huelgas con ocupación de fábricas que aterrorizaban al mundo empresarial –basta consultar la prensa de la época-. Una ocupación, de hecho, es el paso previo a la autogestión de las empresas. Un tema, dicho sea de paso, que está bastante presente en la agenda actual. También la legislación del New Deal comenzaba a ver la luz a resultas de la presión popular. A pesar de que los tiempos eran duros, había una sensación, como señalaba antes, de que se acabaría por “salir de la crisis”.

Hoy las cosas son diferentes. Entre buena parte de la población de los Estados Unidos reina una marcada falta de esperanza que a veces se convierte en desesperación. Diría que esta realidad es bastante nueva en la historia norteamericana. Y tiene, desde luego, una base objetiva.

La clase trabajadora

En los años 30’ del siglo pasado los trabajadores desempleados podían pensar que recuperarían sus puestos de trabajo. Actualmente, con un nivel de paro similar al existente durante la Depresión, es improbable, si la tendencia persiste, que un trabajador manufacturero vaya a recuperar el suyo. El cambio tuvo lugar hacia 1970 y obedece a muchas razones. Un factor clave, bien analizado por el historiador económico Robert Brenner, fue la caída del beneficio en el sector manufacturero. Pero también hubo otros. La reversión, por ejemplo, de varios siglos de industrialización y desarrollo. Por supuesto, la producción de manufacturas continuó del otro lado del océano, pero en perjuicio, y no en beneficio, de las personas trabajadoras. Junto a estos cambios, se produjo un desplazamiento significativo de la economía del ámbito productivo –de cosas que la gente necesitara o pudiera usar- al de la manipulación financiera. Fue entonces, en efecto, cuando la financiarización de la economía comenzó a extenderse.

Los bancos

Antes de 1970, los bancos eran bancos. Hacían lo que se espera que un banco haga en una economía capitalista: tomar fondos no utilizados de una cuenta bancaria, por ejemplo, y darles una finalidad potencialmente útil como ayudar a una familia a que se compre una casa o a que envíe a su hijo a la escuela. Esto cambió de forma dramática en los setenta. Hasta entonces, y desde la Gran Depresión, no había habido crisis financieras. Los años cincuenta y sesenta fueron un periodo de gran crecimiento, el más alto en la historia de los Estados Unidos y posiblemente en la historia económica. Y fue igualitario. Al quintil más bajo de la sociedad le fue tan bien como al más alto. Mucha gente accedió a formas de vida más razonables –de “clase media”, como se llamó aquí, de “clase trabajadora”, en otros países–. Los sesenta, por su parte, aceleraron el proceso. Tras una década un tanto sombría, el activismo de aquellos años civilizó el país de forma muchas veces duradera. Con la llegada de los setenta, se produjeron una serie de cambios abruptos y profundos: desindustrialización, deslocalización de la producción y un mayor protagonismo de las instituciones financieras, que crecieron enormemente. Yo diría que entre los años cincuenta y sesenta se produjo un fuerte desarrollo de lo que décadas después se conocería como economía de alta tecnología: computadores, Internet y revolución de las tecnologías de la información, que se desarrollaron sustancialmente en el sector estatal. Estos cambios generaron un círculo vicioso. Condujeron a una creciente concentración de riqueza en manos del sector financiero, pero no beneficiaron a la economía (más bien la perjudicaron, al igual que a la sociedad).

Política y dinero

La concentración de riqueza trajo consigo una mayor concentración de poder político. Y la concentración de poder político dio lugar a una legislación que intensificaría y aceleraría el ciclo. Esta legislación, bipartidista en lo esencial, comportó la introducción de nuevas políticas fiscales, así como de medidas desreguladoras del gobierno de las empresas. Junto a este proceso, se produjo un aumento importante del coste de las elecciones, lo que hundió aún más a los partidos políticos en los bolsillos del sector empresarial.

Los partidos, en realidad, comenzaron a degradarse por diferentes vías. Si una persona aspiraba a un puesto en el Congreso, como la presidencia de una comisión, lo normal era que lo obtuviera a partir de su experiencia y capacidad personal. En solo un par de años, tuvieron que comenzar a contribuir a los fondos del partido para lograrlo, un tema bien estudiado por gente como Tom Ferguson. Esto, como decía, aumentó la dependencia de los partidos del sector empresarial (y sobre todo, del sector financiero).

Este ciclo acabó con una tremenda concentración de riqueza, básicamente en manos del primer uno por ciento de la población. Mientras tanto, se abrió un período de estancamiento e incluso de decadencia para la mayoría de la gente. Algunos salieron adelante, pero a través de medios artificiales como la extensión de la jornada de trabajo, el recurso al crédito y al sobreendeudamiento o la apuesta por inversiones especulativas como las que condujeron a la reciente burbuja inmobiliaria. Muy pronto, la jornada laboral acabó por ser más larga en Estados Unidos que en países industrializados como Japón o que otros en Europa. Lo que se produjo, en definitiva, fue un período de estancamiento y de declive para la mayoría unido a una aguda concentración de riqueza. El sistema político comenzó así a disolverse.

Siempre ha existido una brecha entre la política institucional y la voluntad popular. Ahora, sin embargo, ha crecido de manera astronómica. Constatarlo no es difícil. Basta ver lo que está ocurriendo con el gran tema que ocupa a Washington: el déficit. El gran público, con razón, piensa que el déficit no es la cuestión principal. Y en verdad no lo es. La cuestión importante es la falta de empleo. Hay una comisión sobre el déficit pero no una sobre el desempleo. Por lo que respecta al déficit, el gran público tiene su posición. Las encuestas lo atestiguan. De forma clara, la gente apoya una mayor presión fiscal sobre los ricos, la reversión de la tendencia regresiva de estos años y la preservación de ciertas prestaciones sociales. Las conclusiones de la comisión sobre el déficit seguramente dirán lo contrario. El movimiento de ocupación podría proporcionar una base material para tratar de neutralizar este puñal que apunta al corazón del país.

Plutonomía y precariado

Para el grueso de la población –el 99%, según el movimiento Ocupemos– estos tiempos han sido especialmente duros, y la situación podría ir a peor. Podríamos asistir, de hecho, a un período de declive irreversible. Para el 1% -e incluso menos, el 0,1%- todo va bien. Son más ricos que nunca, más poderosos que nunca y controlan el sistema político, de espaldas a la mayoría. Si nada se lo impide, ¿por qué no continuar así?

Tomemos el caso de Citigroup. Durante décadas, ha sido uno de los bancos de inversión más corruptos. Sin embargo, ha sido rescatado una y otra vez con dinero de los contribuyentes. Primero con Reagan y ahora nuevamente. No incidiré aquí en el tema de la corrupción, pero es bastante alucinante. En 2005, Citigroup sacó unos folletos para inversores bajo el título: “Plutonomía: comprar lujo, explicar los desequilibrios globales”. Los folletos animaban a los inversores a colocar dinero en un “índice de plutonomía”. “El mundo –anunciaban- se está dividiendo en dos bloques: la plutonomía y el resto”.

La noción de plutonomía apela a los ricos, a los que compran bienes de lujo y todo lo que esto conlleva. Los folletos sugerían que la inclusión en el “índice de plutonomía” contribuiría a mejorar los rendimientos de los mercados financieros. El resto bien podía fastidiarse. No importaba. En realidad, no eran necesarios. Estaban allí para sostener a un Estado poderoso, que rescataría a los ricos en caso de que se metieran en problemas. Ahora, estos sectores suelen denominarse “precariado” –gente que vive una existencia precaria en la periferia de la sociedad–. Solo que cada vez es menos periférica. Se está volviendo una parte sustancial de la sociedad norteamericana y del mundo. Y los ricos no lo ven tan mal.

Por ejemplo, el ex presidente de la Reserva Federal, Alan Greenspan, llegó a ir al Congreso, durante la gestión de Clinton, a explicar las maravillas del gran modelo económico que tenía el honor de supervisar. Fue poco antes del estallido del crack en el que tuvo una responsabilidad clarísima. Todavía se le llamaba “San Alan” y los economistas profesionales no dudaban en describirlo como uno de los más grandes. Dijo que gran parte del éxito económico tenía que ver con la “creciente inseguridad laboral”. Si los trabajadores carecen de seguridad, si forman parte del precariado, si viven vidas precarias, renunciarán a sus demandas. No intentarán conseguir mejores salarios o mejores prestaciones. Resultarán superfluos y será fácil librarse de ellos. Esto es lo que, técnicamente hablando, Greenspan llamaba una economía “saludable”. Y era elogiado y enormemente admirado por ello.

La cosa, pues, está así: el mundo se está dividiendo en plutonomía y precariado –el 1 y el 99 por ciento, en la imagen propagada por el movimiento Ocupemos. No se trata de números exactos, pero la imagen es correcta. Ahora, es la plutonomía quien tiene la iniciativa y podría seguir siendo así. Si ocurre, la regresión histórica que comenzó en los años setenta del siglo pasado podría resultar irreversible. Todo indica que vamos en esa dirección. El movimiento Ocupemos es la primera y más grande reacción popular a esta ofensiva. Podría neutralizarla. Pero para ello es menester asumir que la lucha será larga y difícil. No se obtendrán victorias de la noche a la mañana. Hace falta crear estructuras nuevas, sostenibles, que ayuden a atravesar estos tiempos difíciles y a obtener triunfos mayores. Hay un sinnúmero de cosas, de hecho, que podrían hacerse.

Hacia un movimiento de ocupación de los trabajadores

Ya lo mencioné antes. En los años treinta del siglo pasado, las huelgas con ocupación de los lugares de trabajo eran unas de las acciones más efectivas del movimiento obrero. La razón era sencilla: se trataba del paso previo a la toma de las fábricas. En los años setenta, cuando el nuevo clima de contrarreforma comenzaba a instalarse, todavía pasaban cosas importantes. En 1977, por ejemplo, la empresa US Steel decidió cerrar una de sus sucursales en Youngstown, Ohio. En lugar de marcharse, simplemente, los trabajadores y la comunidad se propusieron unirse y comprarla a los propietarios para luego convertirla en una empresa autogestionada. No ganaron. Pero de haber conseguido el suficiente apoyo popular, probablemente lo habrían hecho. Gar Alperovitz y Staufhton Lynd, los abogados de los trabajadores, han analizado con detalle esta cuestión. Se trató, en suma, de una victoria parcial. Perdieron, pero generaron otras iniciativas. Esto explica que hoy, a lo largo de Ohio y de muchos otros sitios, hayan surgido cientos, quizás miles de empresas de propiedad comunitaria, no siempre pequeñas, que podrían convertirse en autogestionadas. Y esta sí es una buena base para una revolución real.

Algo similar pasó en la periferia de Boston hace aproximadamente un año. Una multinacional decidió cerrar una instalación rentable que producía manufacturas con alta tecnología. Evidentemente, para ellos no era lo suficientemente rentable. Los trabajadores y los sindicatos ofrecieron comprarla y gestionarla por sí mismos. La multinacional se negó, probablemente por consciencia de clase. Creo que no les hace ninguna gracia que este tipo de cosas pueda ocurrir. Si hubiera habido suficiente apoyo popular, algo similar al actual movimiento de ocupación de las calles, posiblemente habrían tenido éxito.

Y no es el único proceso de este tipo que está teniendo lugar. De hecho, se han producido algunos con una entidad mayor. No hace mucho, el presidente Barack Obama tomó el control estatal de la industria automotriz, la propiedad de la cual estaba básicamente en manos de una miríada de accionistas. Tenía varias posibilidades. Pero escogió esta: reflotarla con el objetivo de devolverla a sus dueños, o a un tipo similar de propiedad que mantuviera su estatus tradicional. Otra posibilidad era entregarla a los trabajadores, estableciendo las bases de un sistema industrial autogestionado que produjera cosas necesarias para la gente. Son muchas, de hecho, las cosas que necesitamos. Todos saben o deberían saber que los Estados Unidos tienen un enorme atraso en materia de transporte de alta velocidad. Es una cuestión seria, que no sólo afecta la manera en que la gente vive, sino también la economía. Tengo una historia personal al respecto. Hace unos meses, tuve que dar un par de charlas en Francia. Había que tomar un tren desde Avignon, al sur, hasta el aeropuerto Charles de Gaulle, en París. La distancia es la misma que hay entre Washington DC y Boston. Tardé dos horas. No sé si han tomado el tren que va de Washington a Boston. Opera a la misma velocidad que hace sesenta años, cuando mi mujer y yo nos subimos por primera vez. Es un escándalo.

Nada impide hacer en los Estados Unidos lo que se hace en Europa. Existe la capacidad y una fuerza de trabajo cualificada. Haría falta algo más de apoyo popular, pero el impacto en la economía sería notable. El asunto, sin embargo, es aún más surrealista. Al tiempo que desechaba esta opción, la administración Obama envió a su secretario de transportes a España para conseguir contratos en materia de trenes de alta velocidad. Esto se podría haber hecho en el cinturón industrial del norte de los Estados Unidos, pero ha sido desmantelado. No son, pues, razones económicas las que impiden desarrollar un sistema ferroviario robusto. Son razones de clase, que reflejan la debilidad de la movilización popular.

Cambio climático y armas nucleares

Hasta aquí me he limitado a las cuestiones domésticas, pero hay dos desarrollos peligrosos en el ámbito internacional, una suerte de sombra que planea sobre todo lo el análisis. Por primera vez en la historia de la humanidad, hay amenazas reales a la supervivencia digna de las especies.

Una de ellas nos ha estado rondando desde 1945. Es una especie de milagro que la hayamos sorteado. Es la amenaza de la guerra nuclear, de las armas nucleares. Aunque no se habla mucho de ello, esta amenaza no ha dejado de crecer con el gobierno actual y sus aliados. Y hay que hacer algo antes de que estemos en problemas serios.

La otra amenaza, por supuesto, es la catástrofe ambiental. Prácticamente todos los países en el mundo están tratando de hacer algo al respecto, aunque sea de manera vacilante. Los Estados Unidos también, pero para acelerar la amenaza. Son el único país de los grandes que no ha hecho nada constructivo para proteger el medio ambiente, que ni siquiera se ha subido al tren. Es más, en cierta medida, lo están empujando hacia atrás. Todo esto está ligado a la existencia de un gigantesco sistema de propaganda que el mundo de los negocios despliega con orgullo y desfachatez con el objetivo de convencer a la gente de que el cambio climático es una patraña de los progres “¿Por qué hacer caso a estos científicos?”.

Estamos viviendo una auténtica regresión a tiempos muy oscuros. Y no lo digo en broma. De hecho, si se piensa que esto está pasando en el país más poderoso y rico de la historia, la catástrofe parece inevitable. En una generación o dos, cualquier otra cosa de la que hablemos carecerá de importancia. Hay que hacer algo, pues, y hacerlo pronto, con dedicación y de manera sostenible. No será sencillo. Habrá, por descontado, obstáculos, dificultades, fracasos. Es más: si el espíritu surgido el año pasado, aquí y en otros rincones del mundo, no crece y consigue convertirse en una fuerza de peso en el mundo social y político, las posibilidades de un futuro digno no serán muy grandes.

Noam Chomsky es profesor emérito del Departamento de Lingüística y Filosofía del MIT. Universalmente reconocido como renovador de la lingüística contemporánea, es el autor vivo más citado, el intelectual público más destacado de nuestro tiempo y una figura política emblemática de la resistencia antiimperialista mundial.

Educación popular, los inicios: la educación liberadora de Paulo Freire


Escrito por Alfonso Castillo / Escuela y Reproducción Social

Caricatura de Paulo Freire
"Paulo Freire es uno de los iniciadores de la Educación Popular ¿Cómo se desarrolló su acción? ¿Cuáles son sus principios básicos? En los siguientes párrafos se desarrolla el tema"

Después de la II Guerra Mundial, las agencias multilaterales de desarrollo y los gobiernos de muchos países vieron en las estructuras sociales tradicionales un obstáculo para el desarrollo económico y la estabilidad política de las naciones; el desafío de la modernización llevó aparejado un afán por ampliar la cobertura educativa y la alfabetización de los adultos analfabetos. En tal perspectiva, organismos como la OREALC / UNESCO, la OEA, entre otros, fomentaron la realización de programas de Educación de Adultos.

Bajo el nombre de educación fundamental, de alfabetización funcional o de educación comunitaria, este modelo extensionista de la educación de adultos, se convirtió en bandera de muchos gobiernos latinoamericanos en las décadas de 1950 y 1960. En Colombia, por ejemplo, la educación como extensión se expresó en el impulso de la Acción Comunal y de la Asociación de Usuarios Campesinos. Ambos procesos estuvieron acompañados de campañas de alfabetización, que pretendían generar efectos concretos en el desarrollo comunitario y la modernización material y mental de los pobladores y campesinos.
En Brasil, la alfabetización extensionista la desarrolló el Movimiento de Educación de Base (MEB) a partir de 1961. Nacido de un convenio entre el gobierno federal de Brasil y la Conferencia Episcopal Brasileña, el MEB asumió una orientación humanista cristiana y reformista, que se tradujo en la promoción de una educación en la cual las personas y comunidades tomaran conciencia de las dimensiones naturales y sociales de la dignidad del hombre, así como de la necesidad de transformar estructuralmente la sociedad a través de la acción política. Aunque, posteriormente, el MEB se fue convirtiendo en una propuesta de Educación Popular cada vez más explícita, esta etapa inicial se ubica como antecedente y experiencia precursora del sentido actual de Educación Popular.

Las experiencias y reflexiones del profesor de Historia y Filosofía de la Universidad de Recife, Paulo Freire, se constituyen en la primera propuesta pedagógica reconocida de Educación Popular. Este educador brasileño, desde la experiencia de los Círculos de Cultura, critica al extensionismo y a los métodos tradicionales de educación de adultos como pedagogías “bancarias” o “domesticadoras”. Al mismo tiempo, propone un método de alfabetización que denomina concientizador, el cual, a la vez que posibilita que los adultos aprendan a leer y escribir, contribuye a que éstos tomen conciencia de su propia realidad, estableciendo un puente entre sus propias vivencias y el lenguaje escrito.

Esta propuesta de Educación como práctica de la libertad centra su interés en “la integración del individuo con su realidad”; alfabetizar se convierte en sinónimo de concientización; ello significa liberar al alfabetizando de su conciencia oprimida e ingenua para posibilitarle la comprensión de las causas de su realidad social; las acciones organizativas y transformadoras de dicha realidad serían una consecuencia necesaria de la concientización.

La concepción educativa liberadora planteó un cambio profundo de las relaciones entre el educador y el educando; Freire va a formular sus famosas sentencias: “Nadie educa a nadie; nadie se educa solo; los hombres se educan entre sí, mediados por el mundo”. De este modo, la metodología freireana es eminentemente problematizadora, dialógica y crítica.

Tras el golpe militar al presidente Goulart en 1964, Freire emigra a Chile, donde puede sistematizar su experiencia de Brasil y asesorar programas de alfabetización concientizadora; es allí, en el exilio, donde escribe Pedagogía del oprimido, libro publicado en 1970 que circularía por toda América Latina e influiría sobre miles de educadores en una década en la que amplias capas de la población asumían que su desarrollo implicaba cambios estructurales. La militancia cristiana de Freire y el carácter humanista de su pensamiento permitió que su propuesta fuese acogida al interior de la Iglesia; primero el MEB de Brasil asume su metodología y posteriormente lo hace la Conferencia General del Episcopado Latinoamericano reunida en 1968 en Medellín. De este modo, los planteamientos y la metodología de Freire influyen en lo que más tarde llegaría a ser la Teología de la Liberación. Muchos religiosos y cristianos comprometidos con los pobres y oprimidos, verían en la educación concientizadora freireana la metodología más coherente con sus acciones pastorales y educativas.

Pero el Método Freire, asumido de manera parcial por algunas agencias estatales y privadas, también fue utilizado como mecanismo integrador, a través de la “promoción comunitaria”; las organizaciones comunitarias impulsadas desde esta perspectiva (en el caso colombiano las Juntas de Acción Comunal) eran vistas como agentes reguladores del conflicto ante el temor despertado por la Revolución Cubana.

Aunque la metodología de la concientización constituía una profunda crítica tanto a las prácticas extensionistas como a las rígidas pedagogías de izquierda de la época, ella también empezó a revelar limitaciones y ambigüedades políticas. Estos problemas, que el mismo Freire reconoció posteriormente, se referían principalmente al desconocimiento del carácter político de la educación, de su articulación a la estructura y al conflicto de clases.

Como consecuencia, la concientización quedaba convertida en un acto abstracto, voluntarista e independiente de la práctica social de educadores y educandos. Como señala Oscar Jara, la concientización había sido asumida como un momento previo a la acción transformadora; el educador y el acto educativo quedaban fuera de la lucha social.
Pero la obra pedagógica de Freire fue más allá de su método de alfabetización, conformando las directrices fundantes, tanto de la Educación Popular como de las pedagogías críticas. La amplia obra escrita de Freire y sus innumerables presentaciones públicas, configuran un rico universo de reflexiones acerca de la educación, la pedagogía y la ética liberadoras.

Para Freire la educación debe servir para que los educadores y educandos “aprendan a leer la realidad para escribir su historia”. Ello supone comprender críticamente su mundo y actuar para transformarlo en función de “inéditos viables”. En torno a dicha acción-reflexión y a través del diálogo, los educandos y los educadores se constituyen en sujetos. Con base en esta síntesis de sus planteamientos, desarrollaré las ideas básicas sobre cada una de estas cuatro dimensiones implícitas:
1 Educar es conocer críticamente la realidad.
2 Educar es comprometerse con la utopía de transformar la realidad.
3 Educar es formar sujetos de dicho cambio.
4 Educar es diálogo.

1  Educar es conocer críticamente la realidad
Freire considera la educación como un acto de conocimiento, una toma de conciencia de la realidad, una lectura del mundo que precede a la lectura de la palabra (Freire, 1983:51). En efecto, su método de alfabetización exige de los educadores una investigación previa, tanto de la realidad de los educandos como de la lectura que éstos hacen de la misma, expresada en su lenguaje. Ya en el acto alfabetizador, se parte de la apropiación problematizadora de la realidad y de la discusión de las lecturas “ingenuas” de los educadores y educandos; Es a través del diálogo sobre problemas significativos que padecen, como los analfabetos aprehenden críticamente su mundo, a la vez que aprenden a leer y escribir.

En oposición a la concepción bancaria de la educación, para Freire el conocimiento de la realidad no es individual ni meramente intelectual. Conocer el mundo es un proceso colectivo, práctico, que involucra conciencia, sentimiento, deseo, voluntad. La práctica educativa debe reconocer lo que educandos y educadores saben sobre el tema y generar experiencias colectivas y dialógicas para que unos y otros construyan nuevos saberes. Su famosa frase: “Nadie lo conoce todo ni nadie lo desconoce todo; nadie educa a nadie, nadie se educa solo, los hombres se educan entre sí mediados por el mundo” debe leerse como “quien enseña aprende y quien aprende enseña” y no como un desconocimiento de la especificidad del papel activo que deben jugar los educadores.

Conocer el mundo no es una operación meramente intelectual; es un proceso articulado a la práctica y a todas las dimensiones humanas. El presupuesto no es tanto conocer o tomar conciencia del mundo para luego transformarlo, sino conocer el mundo desde y en la práctica transformadora; en la cual intervienen deseos, valores, voluntades, emociones, imaginación, intenciones y utopías. Este proceso educativo de conocimiento del mundo nunca es definitivo, más bien siempre es inacabado, dado que el mundo no está dado, determinado, sino dándose, cambiando. También los sujetos, en el proceso de conocer y transformar el mundo, van cambiando ellos mismos y sus preguntas. Por ello, los productos del conocer no deben asumirse como verdades acabadas, inmodificables, sino susceptibles de perfeccionarse, discutirse y cuestionarse. Se requiere más una pedagogía de la pregunta que una pedagogía de la respuesta.

2   Educar es una práctica política
Para Freire la educación nunca es neutra. Toda práctica educativa es política, así como la práctica política es educativa. Las prácticas educativas siempre son políticas porque involucran valores, proyectos, utopías que bien reproducen y legitiman, o bien cuestionan y transforman, las relaciones de poder prevalecientes en la sociedad. La educación nunca es neutral, está a favor de la dominación o de la emancipación. Es por ello que Freire distingue entre prácticas educativas conservadoras y prácticas educativas progresistas.

Mientras que en una práctica educativa conservadora se busca, al enseñar los contenidos, ocultar la razón de ser de un sinnúmero de problemas sociales; en una práctica educativa progresista, se procura, al enseñar los contenidos, develar la razón de ser de aquellos problemas. En tanto que la primera procura acomodar, adaptar a los educandos al mundo dado, la segunda busca inquietar a los educandos desafiándolos para que perciban que el mundo es un mundo dándose y que, por eso mismo, puede ser cambiado, transformado, reinventado.

La educación por sí misma no cambia el mundo, pero sin ella es imposible hacerlo. En consecuencia, el educador progresista debe tener un compromiso ético político por la construcción de un mundo más justo. El educador ve la historia como posibilidad; no debe perder su capacidad de indignación, no puede ser indiferente ni neutral ante las injusticias, la opresión, la discriminación y la explotación; debe mantener y promover la esperanza en la posibilidad de superación del orden social injusto, y de imaginarse utopías realizables (el llamado “inédito viable”).

Así, la realidad no es sólo el punto de partida de la educación sino también su punto de llegada. Si la realidad no está dada, sino dándose, la finalidad de la educación liberadora es contribuir a su transformación en función de visiones de futuro; exige superar los obstáculos económicos, sociales, políticos y culturales que impiden la realización de los educandos como seres humanos. Las prácticas educativas críticas, articuladas a praxis sociales transformadoras, hacen posible que la gente escriba su propia historia, es decir, que sea capaz de superar las circunstancias y factores adversos que la condicionan.

3   Educar es diálogo que nos hace sujetos
Para Freire la educación tiene su razón de ser en el carácter inacabado de los seres humanos. Hombres y mujeres somos seres inacabados que -si así lo reconocemos necesitamos de los demás para conocer y transformar el mundo a la vez que nos construimos como sujetos. El reconocer ese sentido de carencia, de necesidad de los otros para conocer, actuar y ser en el mundo, justifica la posibilidad de la educación, que no puede ser otra cosa que comunicación y diálogo.
Para Freire, la educación es la posibilidad de constituirnos como sujetos; sólo a través de la conversación basada en una práctica compartida y en la apertura al otro, que a su vez me escucha y me habla, es que llego a reconocerme como sujeto; no como sujeto dado, sino como sujeto en permanente construcción. Así, el diálogo asume un carácter antropológico y ético, en la medida en que nos hacemos seres humanos autónomos, con capacidad de incidir en la realidad, en la medida en que reconocemos, con otros, que el mundo es susceptible de ser modificado desde otros valores, sentidos y utopías.

Ahora bien, para Freire no puede haber búsqueda sin esperanza. Perder la esperanza es perder la posibilidad de constituirnos como sujetos, de transformar el mundo y por tanto de conocerlo. Por ello, plantea una “pedagogía de la esperanza” que supere el fatalismo, el conformismo y la desilusión que el poder dominante busca imponer a toda costa. Frente al “no hay nada que hacer”, hay que anteponer el derecho a soñar que, como reza el lema de los Foros Sociales Mundiales: “otro mundo es posible”. Como lo señaló Freire:
“En la medida en que nos hagamos capaces de transformar el mundo, de poner nombre a las cosas, de percibir, de entender, de decidir, de escoger, de valorar, en último término, de eticizar el mundo, nuestro movimiento en él y en la historia envuelve, necesariamente, los sueños por cuya realización luchamos. Por ello, la educación debe contribuir a construir sueños, a reinventar utopías y a sembrar esperanzas de cambio”.

Freire, desde su palabra y su práctica fue testimonio de constructor creativo de ello y por eso logró incidir en miles de educadores desde la década de 1960 hasta la actualidad.

A lo largo de su trayectoria, Freire reivindica el carácter dialógico de la educación, no como una mera técnica o una didáctica, sino como una estrategia metodológica basada en su concepción de lo humano. Como ya se ha dicho, para Freire, los hombres y mujeres se constituyen como sujetos a través de la acción y reflexión colectivas de transformación de la realidad. Todo este proceso crítico liberador está atravesado por la palabra. “No hay palabra verdadera que no sea una unión inquebrantable entre acción y reflexión y por ende, que no sea praxis. De ahí que decir la palabra verdadera sea transformar el mundo” .

Para Freire, este pronunciamiento del mundo no es privilegio de algunos. Nadie puede decir sólo la palabra verdadera, ni decírsela a otros quitándoles su derecho a decirla. Pronunciar la palabra desde una praxis liberadora implica un encuentro entre los hombres mediados por el mundo, relación a la que Freire denomina diálogo. Por eso, el diálogo es una apuesta existencial, pues no sólo solidariza la reflexión y la acción, sino que permite que los sujetos ganen sentido en cuanto tales.

El diálogo, por tanto, es siempre creador; por un lado, de la realidad transformada; por el otro, de los sujetos que se liberan transformándola. Exige humildad y confianza, dado que “no hay ignorantes absolutos ni sabios absolutos: hay hombres que, en comunicación, buscan ser más” (Freire). Tampoco hay diálogo sin esperanza: ésta mueve la búsqueda de los hombres y mujeres por cambiar el mundo y hacerse sujetos. Por tanto, si quienes dialogan no esperan nada de su reflexión y de su acción, no puede haber diálogo.

Extraído de
Educación Popular Trayectoria y actualidad
Alfonso Torres Castillo
Sociólogo, politólogo, historiador y educador popular colombiano, es doctor de Estudios Latinoamericanos por la Universidad Autónoma de México

2 may 2012

El Primero de Mayo en Argentina según Osvaldo Bayer


"Spies grita: "la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora”.
Escrito por el independentista cubano José Martí, entonces corresponsal en Chicago para el diario "La Nación" de Argentina, relatando parte de lo que fue el ahorcamiento de los anarquistas que participaron del Primero de Mayo de 1886"

En una clase magistral a salón colmado, el inagotable luchador social, anarquista, historiador, escritor y periodista Osvaldo Bayer, ofreció una completa exposición nombrada ‘1890-2012, historia del Primero de Mayo en la Argentina, de los anarquistas a los piqueteros’.

“Bienvenida, querida ‘Galle’” fue lo primero que dijo el autor de ‘La Patagonia Rebelde’, cuando avizoró entre los concurrentes a Karina Germano recientemente liberada condicionalmente de un cautiverio político de una década.

El conocido periodista Herman Schiller perseguido por Mauricio Macri, jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, quien ahora silenció el programa ‘Leña al Fuego’ que Herman conduce, fue el encargado de las moderaciones. Schiller, reconocido hombre de la izquierda argentina, miembro de la comunidad judía y amigo incombustible de la causa del pueblo palestino, presentó tanto a Ovaldo Bayer, como también al diputado Alejandro Bodart (MST en Proyecto Sur).
CHICAGO, AÑO CERO

Mártires de Chicago
Osvaldo Bayer dedicó la primera parte de su alocución a evocar el origen genuino del Primero de Mayo. Su voz segura y pausada expresó, “1886…¡Qué acontecimiento histórico! La primera huelga por las 8 horas de trabajo en Chicago y cómo quedo para siempre en la historia. Nadie recuerda cuando el capitalismo hizo sus primeros actos en la Edad Media; nadie recuerda a los ‘célebres generales’. Pero permanentemente se recuerda la lucha de los Mártires de Chicago. Personajes increíbles: cuánta generosidad, cuántos sueños convertidos en realidad”. Y agrega que “El Congreso de la Internacional Socialista en Ginebra resolvió en 1866 iniciar el combate por las 8 horas de trabajo.

Los primeros que cumplieron con el acuerdo fueron los sindicatos norteamericanos de Chicago, que en aquel tiempo eran todos de filiación anarquista. Así decidieron hacer el primer paro el Primero de Mayo de 1886 por la implementación de las 8 horas de trabajo. Decían que el ser humano también precisa de tiempo para otras cosas. 8 horas de trabajo, 8 horas de sueño, 8 horas para el hogar y los hijos. La huelga fue total, menos una empresa que pagó a rompehuelgas un alto monto para que no salieran a la calle. Se efectuó el paro el Primero de Mayo, y al día siguiente la policía salió a reprimir a 50 mil obreros. Hasta ese momento, se trabajaba 10, 12, 14, 16 horas al día, y existían lugares que llegaban a las 17 horas. Principalmente en los oficios ‘de abajo’ que hacían las mujeres textiles.

El 3 de mayo, pese a la represión, los obreros realizaron una gran manifestación en la fábrica Mc Cormick, donde no adhirieron al movimiento por un pago. Allí habló en un mal inglés, el anarquista alemán August Spies, explicando las razones de esa lucha en honor de los trabajadores. Entonces comenzó una batalla entre los huelguistas y los rompehuelgas financiados por una empresa. Ese día, la policía asesinó a 6 obreros y dejó decenas de heridos. Fue el momento en que otro anarquista alemán, apellidado Fischer, redactor del Diario de los Trabajadores, imprimió 25 mil volantes donde se explicaban las implicancias de ganar las 8 horas de trabajo. Decía: ‘Trabajadores, la guerra de clases ha comenzado. Al terror blanco, respondamos con el terror rojo si es necesario. Enfrentemos a los patrones. Tened coraje, esclavos, levantaos’.

El 5 de mayo se produjo una manifestación inmensa en el Haymarket. En ese lugar alguien arrojó una bomba y mató a un policía, y los uniformados abrieron fuego contra los miles de obreros, cuyo número de fallecidos jamás fue conocido. Inmediatamente, el gobierno norteamericano estableció el Estado de Sitio. Se aprisionaron a centenares de obreros, y se responsabilizó a 8 anarquistas por el lanzamiento de la bomba. El juicio se inició el 21 de junio de 1886. Tres de los anarquistas fueron encarcelados. El inglés de 39 años y obrero textil, Samuel Fielden, recibió cadena perpetua. El norteamericano de 36 años, vendedor, Oscar Neebe, fue castigado con 15 años de trabajo forzado. A un tipógrafo alemán de 33 años le dieron cadena perpetua.

Los otros cinco imputados fueron condenados a la pena de muerte por la horca: Georg Engel, tipógrafo alemán de 50 años; Adolf Fischer, periodista de 30 años; el periodista alemán de 30 años, August Vincent Spies; Louis Lingg, carpintero alemán de 22 años que se suicidó antes de marchar a la horca para no darles en el gusto a sus verdugos; y Albert Parsons, inglés y periodista de 39 años, que no había estado en la huelga, pero se había adherido, durante el juicio manifestó que aprobaba todo lo que habían hecho los huelguistas. Sus nombres quedaron para siempre. En Argentina ninguno de los mártires de Chicago lleva el nombre de una calle.”

El autor de ‘Exilio’, continúa acentuando los aspectos que significaron con mayor crudeza la precipitación de los acontecimientos cuando indica que “Posteriormente hubo un gran movimiento empresarial donde se despidieron a miles de trabajadores de las fábricas, heridos de bala, procesados y torturados. La mayoría, por supuesto, eran inmigrantes: alemanes, irlandeses, rusos, italianos y polacos. Sin embargo, poco a poco, comenzaron los paros en todas las fábricas por las 8 horas de trabajo. Y año tras año, fábrica tras fábrica, se fueron conquistando las 8 horas de trabajo. Y los organismos internacionales, tanto socialistas, como anarquistas, proclamaron el Día Internacional de los Trabajadores el Primero de Mayo”.


LA HORA DE ARGENTINA
Osvaldo Bayer posteriormente se concentra en la materia particular del encuentro, comunicando que “En Argentina, el primer acto se realizó en 1890 por iniciativa del Club Socialista Alemán Vorwärts (“Adelante”). Se convocó a todas las teorías políticas de izquierda de entonces. Fueron invitados los anarquistas, los sindicalistas revolucionarios (que poco tenían de revolucionarios). Esas fueron las tres grandes agrupaciones que constituyeron el movimiento obrero argentino”, y añadió que “Al primer acto concurrieron 2 mil obreros y cada uno de los oradores habló en su idioma: alemán, italiano, francés y el último en español. El conservador diario "La Nación" publicó que ‘no sé por qué se reúnen y hablan en distintos idiomas. Si no se entienden, ¿para qué se reúnen?’, en vez de decir lo contrario. Que a pesar de que no se entendían, fue gigante la solidaridad y marcharon juntos. Pronto llegaría el idioma que los ataría. Además, "La Nación" escribió que ‘concurrieron pocos argentinos, eran casi todos extranjeros’. Y justamente, esas ideologías del movimiento obrero habían sido traídas por los inmigrantes”.

Sin dejar de mostrar tristeza, el Doctor honoris causa de varias universidades nacionales, Osvaldo Bayer, observa que “Ya en 1899, desgraciadamente, se dividió el movimiento. Hubo un acto socialista y otro anarquista. En 1901 se fundó la Federación Obrera Regional Argentina (FORA), anarquista; y en 1902, la Unión General de Trabajadores (UGT), socialista. Precisamente en 1902, el presidente de la Nación, Julio Roca, impuso la Ley de Residencia, la más cruel de la legislación argentina. A través de ella se expulsaba a todos los obreros extranjeros que practicaban ideologías ‘contrarias al ser nacional’. Se deportaba sólo al hombre y se quedaba en Argentina su mujer con los hijos, con el fin de que la esposa le dijera a su marido ‘no te metas en el sindicalismo que te van a echar, ¿y qué hago yo con los niños, cómo los alimentos?’ Entonces había muy poco trabajo para las mujeres. Fueron deportadas centenares y centenares de personas, casi todas españolas, italianas, algunas polacas, y casi todas de ideas anarquistas. En aquel tiempo, los inmigrantes vivían en conventillos en el barrio porteño de San Telmo, construidos por la gente del barrio norte. Conventillos para 140 personas con un solo excusado. Y en el baño pendía un cartel que decía que ‘se prohíbe a las mujeres y a los niños hacer uso del excusado entre las 05:00 y las 09:00 hrs.’, porque en ese horario los hombres formaban fila para hacer sus necesidades antes de partir al trabajo. Además se recomendaba a las mujeres comprarse escupideras para hacer sus necesidades en esas habitaciones de 2,5 por 3,5 metros donde vivía el matrimonio con todos los hijos. Esto retrata el sufrimiento de los primeros inmigrantes que llegaron de Europa.”

Bayer no deja de referirse a principios del siglo XX, enunciando que “En 1904, 70 mil obreros asistieron a la manifestación del Primero de Mayo. ¡Cuando Buenos Aires tenía una población de apenas 900 mil habitantes! Y no era un día de fiesta ni un feriado, había que ir a trabajar. Es decir, quien participaba en la conmemoración de los Mártires de Chicago corría el riesgo de ser despedido. Allí, Julio Roca, en el último año de su segundo mandato, ordenó la represión. La policía atacó a las columnas obreras y fue asesinado el marinero Juan Ocampo de 18 años. Los anarquistas tomaron el cuerpo de Juan Ocampo y lo llevaron al local del periódico La Protesta, donde lo velaron. Por la noche, el presidente y general Roca dictaminó el allanamiento policial del lugar. Los uniformados destruyeron las imprentas y se llevaron el cadáver de Juan que jamás volvió a aparecer. Fue el primer detenido desaparecido en la historia de Argentina. Pero no existe ni siquiera una callecita en un barrio obrero con su nombre” y continúa relatando que “En 1905 también habrá represión hasta 1909, donde se produjo la gran matanza del coronel Ramón Falcón en la Plaza Lorea en Buenos Aires. Marcharon 75 mil obreros. Caminaban por la calle Rivadavia ese Primero de Mayo y Falcón que se encontraba cerca, mandató a la fusilería de la policía para que recibiera a los trabajadores con fuego. Los obreros iban con sus mujeres y sus niños porque querían que vieran el recordatorio. Cayeron inmediatamente 6 obreros. Luego Falcón ordenó a la caballería atacar a sablazo duro. Se produjo una masacre. Los trabajadores se retiraron. Naturalmente, al día siguiente los diarios conservadores felicitaron a Falcón porque los obreros en vez de ir a trabajar, ‘molestaban ocupando las calles principales’.

Oficialmente aseguraron que hubo 14 muertos y 80 heridos graves. Por supuesto, el 3 de mayo hubo un paro general. Y cuando los soldados vieron a los trabajadores cargando y acompañando los ataúdes de los recién muertos hacia La Chacarita se originó un tiroteo. La policía debió evacuar”.

SIMÓN
Bayer toma un respiro breve e insiste en que “Los obreros de entonces no eran nenes de pecho. En noviembre de 1909, el joven anarquista de nacionalidad rusa, Simón Radowitzky, esperó al coronel Falcón a la salida de La Recoleta que iba en coche a caballo con su secretario, y le arrojó una bomba. El jefe de la policía voló por el aire y cayó muerto igual que su secretario. ¿Por qué la bomba? Porque los anarquistas sostenían que la bomba era la expresión de la ira del pueblo que ‘aguanta, pero termina por explotar’. Simón Radowitzky fue perseguido por la policía, intentó suicidarse de un tiro, pero no murió. Después de su apresamiento fue condenado a muerte. Pero el joven ruso demostró con su partida de nacimiento que apenas contaba 18 años, que para las leyes de entonces, lo situaban como un menor de edad, y los menores de edad no podían ser condenados a muerte. A cambio de ello, fue condenado a prisión perpetua en Ushuaia.

Roca, imitando a los zares de Rusia, había convertido la cárcel de Ushuaia en Siberia, donde los prisioneros políticos y comunes morían de frío. En la época, se realizaban manifestaciones donde se denunciaba esta situación y poetas populares y payadores cantaban y hacían poesías en los actos políticos obreros al respecto ((…) “La conciencia y la cultura / una forma de educación / la ley es oposición a los derechos de gente / la razón más sorprendente la ley la absorbe y la niega / las leyes de esta alma ciega y el juez es un delincuente”). Simón Radowitzky pasó 21 años en Ushuaia. Tenía una resistencia impresionante y sobrevivió. En 1930, estando Yrigoyen en el poder, los anarquistas realizaron un paro, exigiendo la libertad de Simón. Como los panaderos adhirieron, Yrigoyen debió ceder. Antes de pisar el puerto de Buenos Aires, arteramente, Radowitzky fue expulsado a Uruguay donde permaneció preso durante varios meses hasta que, nuevamente deportado, se fue a Brasil. Y en 1935, cuando la República Española se encontraba a las puertas de la guerra civil contra el fascista Franco, Simón se ofreció para luchar, pero no como combatiente, sino para mensajero en el frente. Si triunfaba la República, el ruso le pidió a sus compañeros que quería terminar sus días fabricando juguetes para los niños”.

LAS MATANZAS
El fundador de La Chispa, enfrenta los sucesos de la primera década de la centuria anterior, comentando que “En 1910, los ‘niños bien’ del barrio norte el Primero de Mayo asaltaron los periódicos anarquistas y La Vanguardia socialista e incendiaron los locales, las bibliotecas, y los sindicatos. En 1919 se produjo la Semana Trágica de enero. Los metalúrgicos se fueron a paro porque todavía laboraban 10 horas diarias (los panaderos consiguieron las 8 horas de trabajo en 1895, tras dejar a la ciudad sin pan una semana). El presidente Yrigoyen mandó la represión contra la huelga donde serían asesinados 4 metalúrgicos que quisieron impedir la actuación de la policía. Al día siguiente se desató el paro nacional de todos los gremios para enterrar a esos muertos. Nuevamente, la marcha obrera avanzó sobre La Chacarita a despedir a los mártires, y nuevamente fueron reprimidos por la policía.

Ocurrió algo que jamás había pasado en la Ciudad de Buenos Aires: una batalla, pero esta vez, con obreros que ya usaban armas. Como los trabajadores estaban venciendo a la policía, Yrigoyen cometió su peor error: ordenó el accionar del ejército en la calle Corrientes. Como la Revolución Soviética había acontecido sólo dos años antes, la gente bien del barrio norte temía una réplica en Argentina. Entonces, se originó la Liga Patriótica Argentina desde esa minoría privilegiada socialmente. Yrigoyen permitió que la policía los apoyara contra los inmigrantes judíos que vivían en el barrio Once, porque, como habían llegado con pasaportes rusos y la Revolución fue allá…Estalló una verdadera masacre contra los judíos, que entonces también llamaban ‘rusos’. Destruyeron sus tiendas, incendiaron por doquier, etc.”.

Bayer se detiene en la figura de Yrigoyen. “En la primera presidencia de Yrigoyen se producen las más grandes matanzas de obreros de la historia argentina, incluso más que en dictaduras, y eso que Yrigoyen fue electo ‘democráticamente’. Entre 1921 y 1922 fueron duramente reprimidas las huelgas patagónicas. Allí Yrigoyen envió al ejército, al 10 de caballería, a las órdenes del teniente coronel Varela, quienes fusilaron a alrededor de mil 500 peones rurales. La pena de muerte había sido eliminada en 1918, pero se inventó la categoría de ‘subversión’ contra los trabajadores. Pero una huelga obrera no es subversión. Eso es cuando se levantan los militares. Lo mismo ocurrió en la empresa de capitales británicos La Forestal, esta vez, contra los hacheros, casi todos pertenecientes a los pueblos originarios. Primero fueron castigados por la policía privada de la empresa, permitida por Yrigoyen. Como no pudieron contra los hacheros, entonces el gobierno envió al 12 de infantería”.

Refiriéndose a los inicios de la segunda década del 1900, Osvaldo Bayer recalca que “El Primero de Mayo de 1921 en Río Gallego (dos mil habitantes), en medio de la represión, afirmaron los dirigentes obreros antes de los crímenes patagónicos, ‘Compañeros, nuestro triunfo se avecina a pasos agigantados. Ya han sido puestos en libertad 15 de los compañeros presos. Quedan 12. De ellos aún 8 son los que el señor gobernador interino y secretario de la Sociedad Rural, alzándose contra las leyes, se niega a poner en libertad, desobedeciendo hasta las órdenes terminantes e imperativas del Poder Ejecutivo Nacional. Pero ya le llegará su hora y la justicia triunfará por sobre el capricho. La huelga continúa, lo mismo que el boicot. Ni una ni otra cesarán mientras no estén en libertad todos los compañeros. No hagáis caso de las mentiras que hacen circular muchos enemigos porque ellos no reparan en medios para obtener lo que no pueden conseguir por las vías legales que violan abiertamente. La marcha de la huelga os la daremos a conocer por medios adecuados y las noticias que os comuniquemos, buenas o malas, serán la expresión fiel de la verdad. Estamos dispuestos a obrar así porque tenemos conciencia de la responsabilidad que hemos contraído. Se pretende hacer de nuestra justa actitud una cuestión de nacionalidades. Compañeros, rechacen semejante absurdo porque los obreros no ven un enemigo en aquel que no sea un connacional, sino una víctima del capital que todo lo corrompe y lo avasalla. Los hombres, sean donde sean nacidos, somos todos iguales y por eso no puede haber entre nosotros diferencias de nacionalidades. Adelante, pues, hasta conseguir nuestro justiciero triunfo. Permanezcamos unidos que esto nos hará vencer las dificultades que nuestros enemigos nos crean. (La Lejana Patagonia)’.

Y afirmándose sobre unos pobres apuntes manuscritos, Bayer dice que “En 1919 Yrigoyen transformó el nombre del Día de los Trabajadores en Fiesta del Trabajo. ¿Fiesta para quién? En 1925, el presidente de turno ubicó el Primero de Mayo como asueto nacional. Pasó a ser día de fiesta. ¿Para qué? Para que la gente se quedara en la cama y no hubiera más actos. En su segundo gobierno, Yrigoyen, en 1928, bautizó una plaza con el nombre Primero de Mayo para quedar bien con los sindicatos, y en Balvanera se erigió un monumento al trabajo que esculpió Roberto Soto”.


EL FACTOR PERÓN
Bayer, como a través de un camino indeleble, avanza, señalando que “Durante la Década Infame que inauguró José Uriburu (1930), los gobiernos prohibieron la conmemoración del Primero de Mayo. Los obreros hicieron manifestaciones de todos modos, en medio de enormes peligros. Yo me acuerdo de pequeño de esos Primeros de Mayo. Los maestros nos pedían no salir a la calle en esa fecha. Nos decían que sólo ‘los revolucionarios salen a la calle’. En 1944, los comunistas hacían su acto separados de los socialistas y anarquistas. El anarquismo había perdido muchos adeptos. Comenzó la industrialización del país, sin inmigración europea y con criollos del interior de Argentina. La reacción luego los llamó ‘cabecitas negras’, invasores de la ciudad. Cambió la composición de los trabajadores. El Primero de Mayo de 1944 que organizaron los comunistas en Plaza Once, fue reprimida por la policía y detenidos más de 100 comunistas. El Primero de Mayo de 1945, el ejército marchó sobre los actos para vigilar a los trabajadores”.

Aquí Bayer hace una inflexión. “En 1946 fue elegido presidente Juan Domingo Perón y la mutación fue profunda. Por primera vez, fue el presidente quien iba al Primero de Mayo. El 47’ el acto se efectuó en Plaza de Mayo. Perón y Evita salieron al balcón. Se perdió el carácter internacional y no se escucharon los cantos obreros ni la Internacional, sino que la música estuvo a cargo de compositores criollos. Habló el secretario general de la Central General de Trabajadores (CGT), Evita y Perón. A los comunistas, socialistas y anarquistas se les permitió realizar manifestaciones lejos del centro de la Ciudad de Buenos Aires, y el día anterior al Primero de Mayo, el 30 de abril. Los actos se modificaron totalmente. Perón jamás se refirió a los Mártires de Chicago, sino que se dirigía sólo a los obreros argentinos y desde un prisma nacionalista y de apoyo a los sindicatos adeptos a él. Con el tiempo, se reconocieron sólo los sindicatos asociados a la CGT, la que fue reconocida por el Ministerio del Trabajo. El sindicalismo pasó a ser peronista. Quedó como Día del Trabajo y no de los Trabajadores, y definitivamente feriado. Todas las expresiones fueron para glorificación del líder y para hablar de las últimas leyes ligadas al mundo del trabajo.
El peronismo, naturalmente no cambió el capitalismo. Se vivió un capitalismo con algunas leyes obreras, como el Estatuto del Peón Rural y otras. La primera parte del gobierno de Perón fue muy afín a la iglesia, pero con una relación muy contradictoria en el andar. En 1955, en el acto del Primero de Mayo, el secretario general de la CGT atacó a la iglesia católica, y se planteó que se lucharía por eliminar la enseñanza religiosa en las escuelas y se separara la iglesia del Estado por vez primera. La iglesia católica fue siempre la iglesia oficial del Estado. Perón dijo entonces que si los obispos ‘han de irse, se irán’. Dos meses después caería. Así comenzó la dictadura de Lonardi y siguió la de Aramburu. Como el Partido Socialista estuvo con la dictadura de Aramburu, ellos organizaron el acto de 1956, como en tiempos anteriores al peronismo, pero reivindicaron a Mayo y a Caseros y marcharon hasta el monumento de Sáez Peña (!)”.
Ya dedicándose a la plena modernidad histórica, Bayer comenta que “En 1964 los gremios siguieron siendo peronistas. Antes, el dictador Aramburu había permitido la realización del Congreso de la CGT en el cual se llevarían a cabo las elecciones de la central. Ahí surgen las 64 organizaciones sindicales peronistas, las 32 agrupaciones democráticas no peronistas y 7 que se distribuían entre comunistas y otras corrientes marxistas. Yo cubrí ese Congreso como periodista. Crecientemente se asentó una burocracia sindical muy fuerte. Tanto es así, que en 1964, con el gobierno de Illía, el Primero de Mayo los dirigentes sindicales ubicaron una corona de flores en el monumento a San Martín, con todo un sentido patriótico y totalmente ajeno a las causas que originaron la conmemoración.

En esa ocasión, el sindicalista y político Andrés Framini prometió que Perón retornaría al país luego de visitar Egipto, India,y la China de Mao. Pero no fue así. En su exilio, Perón primero fue al Paraguay del tirano derechista Stroessner; se refugio en la Venezuela del dictador Pérez Jiménez. Cuando esos militares ya decaían, Perón se fue al Canal de Panamá de los norteamericanos; a la Republica Dominicana del tirano Trujillo –el peor de todos-. Como Trujillo tambaleaba, los adeptos de Perón informaron que partiría a Argelia, cuando ese pueblo estaba en plena lucha anticolonial contra Francia. Sin embargo, no se asiló en Argelia, sino que en la España de Franco. Este periplo mostró claramente lo que ocurriría después. Perón eligió a su secretario privado en Madrid fascista, el cabo de la policía federal argentina, López Rega. En el breve gobierno de Cámpora, Perón lo obligó a colocar a López Rega como ministro de Asistencia Social. Se trataba de un sujeto que carecía de toda preparación política. Su única especialidad era la represión. López Rega fue el creador de la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), la máquina de matar que antecedió la dictadura de Videla”.

Osvaldo Bayer, honestamente, señala las contradicciones internas del peronismo, contando que “En 1965 en Plaza Once se dio una enorme pelea entre los propios peronistas. Comenzaba a gestarse la izquierda del peronismo. La disputa llegó al punto que el general Onganía –que había volteado al miembro del Partido Radical y presidente nacional, IIlia- prohibió los actos del Primero de Mayo”, y suma que “El regreso de Perón produjo la Masacre de Ezeiza [y la división] al interior de las corrientes del movimiento. Perón simplemente había tomado partido por la derecha. Famosa es la acusación de ‘jovenes imberbes’ que hizo a los Montoneros y las juventudes de izquierda”.


EL MENSAJE REBELDE
“Nuestro sindicalismo terminó en una burocracia tremenda. Han existido dirigentes que han durado 30 años en el poder. El actual secretario general de la CGT, por ejemplo, que no sé hace cuánto tiempo está, y aún desconocemos cuánto más estará. Además de la podredumbre signada por una gran corrupción. Hay dirigentes con amplias fortunas y los conocemos muy bien. ¡Pero qué claridad la de los primeros líderes sindicales, y la mala fortuna de sus muertes tan tempranas! En el pasado reciente, primero fueron perseguidos por la Triple A y después por la dictadura de los Detenidos Desaparecidos”.
Con sus 85 años de combate por la emancipación humana, Osvaldo Bayer, el rebelde, arroja un mensaje. “Volvió a la democracia y es preciso luchar desde abajo por más democracia. Que dictadores militares estén en la cárcel es un gran paso. Los 13 dictadores militares que sufrí en mi vida murieron en la cama, cobrando su sueldo de generales. El pueblo jamás salió a la calle cuando los militares se levantaron y destituyeron a los presidentes electos y todos nuestros presidentes derrocados, huyeron de la casa de gobierno. Algunos hasta en helicóptero desde la Casa Rosada. Falta muchísimo todavía para alcanzar una verdadera democracia. El futuro es nuestro. Imitemos a aquellos primeros dirigentes del Primero de Mayo que fueron asesinados por los dueños de la tierra y los dueños de todo, pero que continúan estando presentes en todo el mundo. Salve esos héroes.”

1 de Mayo: un día de protesta, una vida de lucha



Escrito por Federación Obrera Regional Argentina

 El 1 de Mayo simboliza la lucha de los trabajadores de todo el mundo. No es un día festivo como se empeñan en hacernos ver desde los estamentos de poder, sino un día de protesta contra el trabajo asalariado y contra la explotación de un sistema capitalista cuyas crisis endémicas pagamos los que sostenemos la base de una estructura piramidal.

El Estado y las burocracias sindicales han favorecido la desmovilización de la clase obrera, fomentando el individualismo, la delegación y la conciliación para lograr el ansiado pacto social, despreciando las verdaderas herramientas con las que contamos los trabajadores, es decir la acción directa y el apoyo mutuo. Por este motivo, el 1 de Mayo es un día para reivindicar la libre organización de los trabajadores y la horizontalidad como únicas vías para la emancipación de los explotados, y más en un momento crucial como el actual, inmersos en una oleada de recortes de derechos laborales y sociales.

Ha pasado más de un siglo desde la masacre de Chicago y desgraciadamente las calles de todo el mundo siguen regadas por sangre obrera. En esta fecha no podemos limitarnos a recordar a los mártires que dieron su vida por conquistas sociales cuando en la actualidad los trabajadores seguimos sufriendo la misma esclavitud. No podemos quedarnos en la simple memoria histórica cuando aquí, en esta región y en este mismo momento, se sigue practicando la dictadura sindical y se persigue a los trabajadores organizados. La nueva Ley Antiterrorista es la última vuelta de tuerca en la maquinaria represiva que busca criminalizar la protesta y castigar con la máxima severidad a quién no se doblega.

Es necesario volver a recuperar las calles y las fábricas, hacer que la militancia sea nuevamente masiva y basada en la implicación directa de los afectados. Sólo participando activamente en organizaciones obreras autónomas, independientes de las subvenciones estatales, asamblearias y sin jerarquías, podremos hacer una defensa colectiva de nuestros intereses como trabajadores mientras avanzamos hacia una sociedad más justa e igualitaria.

Si no sos vos, ¿quién?; si no es ahora ¿cuándo?