29 jun 2011

El Comandante Tomás López de Victoria y el intento de ajusticiamiento del gobernador Blanton Winship - Parte II

“A los hombres que consagran su vida a la libertad de la Patria lo que les espera es la cárcel” - Pedro Albizu Campos 

Por José Manuel Dávila Marichal

El 25 de julio de 1938, el entonces gobernador yanqui de Puerto Rico y General del Ejército de los Estados Unidos, Blanton Winship, decide conmemorar la invasión militar estadounidense a Puerto Rico con un gran desfile militar. En éste participarían el batallón del Regimiento 65 de infantería, la Guardia Nacional de Puerto Rico, la aviación norteamericana y la policía insular. Para llevar a cabo la conmemoración y el desfile militar, la administración colonial selecciona la ciudad de Ponce, la misma que un año antes había sido testigo del baño se sangre que fue la Masacre de Ponce.

Ante la provocación, el Partido Nacionalista de Puerto Rico aconseja calma. Sin embargo, el Capitán de los Cadetes de la República de Ponce, Tomás López de Victoria, no había olvidado quien era el autor intelectual de la Masacre, e intenta, con la ayuda de unos compañeros de confianza, poner una bomba debajo del templete en el cual daría su discurso el Gobernador, con la intención de ajusticiarlo, y vengar a los que fueron acribillados aquel Domingo de Ramos. No obstante, el plan no se pudo concretizar.

Ante el fracaso de dicho plan, un comando compuesto por siete nacionalistas decide cumplir con su responsabilidad patriótica, y se reúne para trazar un plan con la intención de ajusticiar al General Winship, el día 25 de julio, en la tribuna, frente a los soldados del ejército imperial.

El comando estaba compuesto por los Cadetes de la República del Partido Nacionalista de Ponce: Tomás López de Victoria, Casimiro Berenguer, Elifaz Escobar y Esteban Antongiorgi. Los tres restantes, posiblemente, eran: Prudencio Segarra, Santiago González Castro (abanderado del Cuerpo de Cadetes de dicho pueblo) y Juan Pietri. Todos eran sobrevivientes de la Masacre de Ponce. También, suponemos que participaron de la conspiración, Pura López (hermana de Tomás), Josefa Ríos (vecina de Tomás) y Lucila Talax. Según se desprende de sus testimonios en el juicio que se llevó a cabo contra Tomás, creemos que ellas acordaron con el comando decir que tanto López como Escobar se encontraban en casa de Josefa al momento de ocurrir los hechos.

El sábado 23, dos días antes de la conmemoración, se encontraba José Antonio Torres Martino en la Plaza las Delicias hablando junto a su amigo y compañero de lucha, Tomás López de Victoria. Durante la conversación, José Antonio le comentó a Tomás que había recibido un telegrama de Julio Conesa, dueño de la emisora WPRP, para que transmitiera los actos desde el templete. Ante eso, Tomás le dijo: “no vengas a la parada”. Indudablemente, intentaba proteger a José Antonio de los acontecimientos que se avecinaban. No obstante, Torres Martino se vio obligado a ignorar su consejo.

El lunes 25 de julio de 1938, el Gobernador Winship estaba en el templete observando el espectáculo marcial, junto a muchos otros representantes del Gobierno Federal e Insular. Fueron múltiples las personas que asistieron a observar la conmemoración. Los nacionalistas lograron “situarse bien al frente y de cara al templete.” Cerca de las 11 de la mañana, mientras la banda de la Guardia Nacional tocaba una pieza, el grupo de nacionalistas comenzó a disparar con la intención de asesinar al Gobernador. Desde la tribuna, el artista, patriota y entonces locutor radial de la WKAQ, José Antonio Torres Martino, quien en esos momentos se encontraba en la tribuna preparándose para transmitir el acto, contó que observó a Tomás López de Victoria, Elifaz Escobar y Esteban Antongiorgi disparar contra el Gobernador. Los disparos de los nacionalistas fueron contestados desde la tribuna, “tan a la loca que hirieron a muchos de los circunstantes.”

Una vez los nacionalistas cumplieron con su misión, se mezclaron con la multitud que corría atemorizada. Sin embargo, Esteban Antongiorgi continuó avanzando y disparando hacia el gobernador, “¡Si hubieras visto a ese hombre! Avanzaba solo en dirección al templete, pasándole por encima a los soldados que se habían acostado en el piso”, hasta que se detuvo para recargar su arma, momento que aprovechó un policía para acribillar al joven patriota.

A pesar del valor y el esfuerzo de los nacionalistas, el intento de ajusticiamiento fracasó, ya que el Coronel de la Guardia Nacional, Luis A. Irrizary, en un gesto de extrema valentía cubrió con su cuerpo al Gobernador, recibiendo él los impactos de bala.

El intento de ajusticiamiento del Gobernador Winship demuestra que se equivocan aquellos que consideran las acciones armadas del nacionalismo como actos sin organización, ni planificación.


Es posible que el comando nacionalista considerara que la noticia del atentado iba a recibir el visto bueno de los puertorriqueños, ya que eran much@s los que creían que el Gobernador Winship era un déspota. Sin embargo, eso no fue lo que aconteció; algunas agrupaciones políticas, entre éstos los comunistas, condenaron el atentado. Cabe señalar, que el acto no fue ordenado por el liderato del Partido Nacionalista, pero tampoco fue condenado.

Como consecuencia del atentado, la policía comenzó a buscar a los responsables, lo que desató una cacería de nacionalistas. Ramón Medina Ramírez relata que las oficinas y las residencias de éstos, en el litoral sur, fueron allanadas y saqueadas. Tomás López de Victoria y Elifaz Escobar se encontraban en el grupo de los primeros arrestados. Se llegó, incluso, a arrestar a muchos que nada tenían que ver con lo sucedido, por lo que fueron liberados más tarde. Además, “Se buscaron alcahuetes que, sin estar en el lugar de los hechos, confesaron haber visto a los nacionalistas ponceños disparando en el templete, donde estaba Winship. Algunos de los falsos acusadores eran un tal Cabanillas y Fermín Feliciano.”

Sabemos que algunos de los arrestados fueron abusados físicamente por la policía. Tomás fue uno de ellos, pues así lo dejó saber durante su declaración en el juicio que se llevó a cabo en su contra. Afirmó que en el cuartel de la policía los oficiales le dieron numerosos golpes “incluyendo patadas y bofetadas” para obligarlo a que se dejara aplicar la parafina. Explicó, además, que el policía Radamés Pierantoni, le dio un puñetazo que lo tumbó, y una vez en el piso le dio patadas y luego, en otro cuarto, le dieron muchísimos golpes, hasta que finalmente se dejó aplicar la parafina. No dudamos de su versión, ya que sabemos que Prudencio Segarra también recibió el mismo trato. Así lo confirma el entonces miembro del Partido Nacionalista, Miguel Ángel Echevarría, quien cuenta que cuando visitó a Prudencio Segarra en la Cárcel del Castillo, encontró que “tenía el rostro amoratado por los golpes de los puños de policías, lo habían golpeado con rotenes sobre los pies y las uñas que se le veían negras, para que firmara un documento donde se incriminaba como conspirador y cómplice de Antongiorgi.” A pesar de las palizas, estos dos revolucionarios, no delataron a sus compañeros.

Los nacionalistas que fueron encausados criminalmente fueron Tomás López de Victoria, Casimiro Berenguer, Prudencio Segarra, Santiago González Castro, Juan Pietri y Elifaz Escobar. A todos, en juicios separados, se les encontró culpables de asesinato en primer grado y se les condenó a cadena perpetua.

El proceso judicial estuvo repleto de irregularidades, como la mayoría, si no todos, de los juicios que se llevaron a cabo en la década del 30 contra los nacionalistas. Según el historiador y entonces Presidente Interino del Partido Nacionalista de Puerto Rico, Ramón Medina Ramírez, todos los testigos que se utilizaron en los juicios contra los nacionalistas eran oficiales del mismo gobierno.

“Algunos de ellos tienen un récord criminal, cuyas certificaciones son presentadas por la defensa y no son aceptadas por la Corte. Por el contrario, son aceptadas acusaciones anónimas presentadas por los acusadores públicos. Los médicos que han asistido a los acusados en la cura de los golpes recibidos en los cuarteles de la policía no se atreven presentarse a declarar a menos que la Corte los obligue a ello; y la Corte, contrario a la ley, se ha negado a sentarlos en la silla testifical a pesar de la insistencia de los abogados defensores. Los hombres que componen el jurado son seleccionados cuidadosamente por los fiscales y coaccionados en todas las formas imaginables. Es tanta la presión oficial que se ven obligados a traer un veredicto condenatorio a pesar de la notoria falta de prueba; y el tribunal los condena a reclusión perpetua.”

Durante el juicio que se llevó contra Tomás López de Victoria por la muerte del Coronel Irizarry, en la Corte de Distrito de Ponce -presidida por el juez Domingo Sepúlveda- entre los días 19 y 26 de septiembre de 1938, el fiscal intentó probar que Tomás participó en el atentado. Para defender su posición, presentó como evidencia los testimonios de personas que alegaban que lo habían visto el 25 de julio disparando contra el gobernador. La defensa, dirigida por el líder nacionalista y abogado José Toro Nazario, intentó refutar la evidencia de la fiscalía. El primer testigo de la defensa en declarar fue Elifaz Escobar. Este declaró que el día 25 de julio estuvo junto a Tomás en su casa durante toda la mañana, y a eso de las 9 de la mañana salieron un momento a la Plaza Degetau, regresando enseguida. Cuando surgieron los disparos se encontraba junto al acusado en la casa de la vecina de Tomás, Josefa Ríos, oyendo por radio los detalles de la parada; fue por la radio que se enteró de lo sucedido. “Dijo además que después de las 10 de la mañana no salió de casa de Tomás, y que estuvo junto con él hasta después de lo ocurrido.” López de Victoria también se sentó a declarar. Dijo que durante la mañana del día 25 de julio, se encontraba en su casa junto a Elifaz Escobar, y que luego, cuando ocurrió el tiroteo, se encontraba junto a Elifaz en la casa de su vecina, Josefa Ríos, en el callejón Rodríguez, esquina Unión, pegado al radio sintonizando la estación WKAQ. Como parte de la defensa, también declararon las señoras Pura López, hermana de Tomás, y Josefa Ríos. “Ambas ratificaron la versión de Escobar en el sentido de que el acusado se encontraba en su casa acompañado por Escobar cuando surgió el tiroteo en el templete. La señora Ríos dijo que ese día ellos habían estado en su casa, que está al frente de la casa del acusado, oyendo por radio los detalles de la parada.” La Sra. Lucila Talax ratificó esa última versión. Como podemos observar, Tomás, Elifaz, Pura, Josefa y Lucila, como buenos conspiradores, lo negaron todo.

A pesar del esfuerzo del licenciado José Toro Nazario, el jurado declaró culpable de asesinato en primer grado a López de Victoria. Según informó la prensa, Tomás recibió el fallo aparentemente tranquilo, sin articular una sola palabra, siendo luego conducido esposado por los marshals, a la cárcel de distrito. Su esposa, Fe González, quien estuvo en la sala durante todo el proceso, no estuvo presente el día del veredicto.

El 28 de septiembre de 1939, antes que se dictara la sentencia, el Lcdo. José Toro Nazario presentó oralmente una moción de nuevo juicio, alegando, entre otras cosas, “que la corte había cometido varios errores durante el proceso.” Por espacio de dos horas estuvo defendiendo su posición; sin embargo, el juez, denegó la moción, y procedió a dictar la sentencia. Se condenó a Tomás López de Victoria a reclusión perpetua. “Se ha cometido un doble asesinato. Reiteramos nuestra inocencia para conocimiento del mundo entero”, esas fueron las palabras de López de Victoria al ser sentenciado. 

Según la prensa, Tomás recibió tranquilamente la sentencia. Entre el público presente al momento de dictarse la sentencia, se encontraba la esposa de Tomás, quien según la prensa recibió el fallo con ecuanimidad. Después de escucharla, fue a despedirse del convicto, bajó las escaleras de la Corte y se dirigió a su hogar, “sin pronunciar ni hablar con nadie una sola palabra.”

Luego de pasar 6 años en la cárcel, el 19 de enero de 1946, el entonces gobernador yanqui de Puerto Rico, Rexford Guy Tugwell, indultó al grupo de nacionalistas y decretó su excarcelamiento. Para concederles el indulto, el Gobernador “se basó en la recomendación del Procurador General, licenciado Enrique Campos del Toro quien, conjuntamente con el señor J. Antonio Alvarado, jefe de la Penitenciaría Insular, aseguró al Gobernador que los cinco jóvenes nacionalistas tenían una ejemplar hoja de servicios en la prisión.”

Al parecer, el Gobernador también les concedió el indulto ya que estaba al tanto de las irregularidades que se dieron en el proceso judicial contra éstos. Según podemos deducir de su declaración:
“no es delito querer la libertad de la patria y, repugna el espíritu del derecho americano castigar a los hombres por sus convicciones políticas. En momentos de agitación notable las manifestaciones de carácter político pueden confundirse con actos delictivos. A veces, como en estos casos que están ante mi consideración, de hecho se convierten en actos criminales. Cuando en tales circunstancias se establecen condenas, es usual que las autoridades, una vez restablecida la calma, corrijan cualquier injusticia que se hubiera podido cometer y reduzcan la pena acaso demasiado rigurosa que se hubiera impuesto. Esta clemencia jamás debe confundirse con una sanción al uso de la violencia o como que implica en forma alguna acuerdo con la opinión de los convictos. Nace, más bien de una aversión espontánea entre liberales a contestar con la ley del Talión cuando se les vilipendia o se les ataca injustamente. Emana de un deseo de que no se confunda el castigo con la venganza.”

Como consecuencia del indulto, la Casa Comercial del señor Juan Cabrer, representante de la Cámara por el primer precinto de Ponce, le regaló a los libertos los trajes con los cuales saldrían de prisión. Al salir del penal, el Sr. Alvarado les entregó a cada uno $25.00 de los fondos de ahorros del Presidio. También hizo declaraciones sobre la labor realizada por los libertos durante su estancia en el penal, “La labor que ellos han realizado mientras estuvieron en el Presidio nos asegura que devolvemos hombres útiles a la sociedad.” Durante su estadía en el presidio, Tomás se dedicó a organizar y estuvo a cargo de la biblioteca del presidio, hasta el día antes de ser liberado. Ramón Medina Ramírez comenta que, como desagravio para los cinco patriotas, el director del presidio, J. Antonio Alvarado, les ofreció un banquete de despedida al que asistió un representante del Departamento de Justicia. Añade, además, que en los discursos pronunciados los nacionalistas, “fueron muy elogiados por su rectitud y manifiesta hombría.”

Cuando el corresponsal del periódico El Mundo, el Sr. Carlos Rivera Hernández, entrevistó a Tomás López de Victoria para saber cómo se sentía tras haber sido liberado, éste contestó: “Me siento muy contento de haber regresado a la vida de la libertad. Al licenciado Campos de Toro, al señor Alvarado y a todos los demás funcionarios que se interesaron por nuestra libertad les estoy muy reconocido.”


Sin embargo, el liberto, aunque feliz, salía del penal viudo, y con la responsabilidad de criar a sus dos hijos solo, ya que en el año 1941 murió su esposa, Fé González de López, y un año después falleció su madre, la Sra. Rita Laboy.

A pesar de estos agravantes, Tomás no olvidó su deber de patriota, se mantuvo en contacto con el Partido Nacionalista, aunque aparentemente estaba “alejado”. No le gustaba llamar la atención. En una ocasión, le comentó al líder nacionalista, José Rivera Sotomayor, “Pásame por el lado y no te ocupes. Si me ves en la calle no me conoces.”Se le solía ver vestido con un gabán especial que le ayudaba a ocultar el arma que siempre llevaba consigo, generalmente una pistola calibre 45. En una ocasión se le “obligó” a subir a la tribuna nacionalista, él solo dijo: “Voy a repetir lo que dije antes.
Atención, firmes, de frente, marchen. Atención, firmes de frente, marchen,” y bajó de la tribuna. Es posible, como señala Jacinto Rivera Pérez, que ese sea el discurso de reafirmación patriótica más corto que se haya pronunciado.

El 15 de diciembre de 1947, Pedro Albizu Campos regresa a Puerto Rico, luego de pasar 10 años en el exilio y fue recibido en el muelle de San Juan por miles de personas. A su llegada, Albizu Campos dijo que utilizaría medios pacíficos para resolver el problema colonial de Puerto Rico, pero de no encontrar salida a ese problema, entonces recurriría a la fuerza. Cumpliendo con esto, reorganiza al Partido Nacionalista de Puerto Rico en dos sectores: uno civil y otro militar.

El líder nacionalista necesitaba a un hombre consecuente y leal que comandara a las fuerzas revolucionarias, y el trasfondo de López no podía pasar desapercibido. Albizu Campos sabía que Tomás había demostrado -como Capitán de los Cadetes de la República de Ponce y como conspirador en el intento de ajusticiamiento al Gobernador Winship- poseer las dotes -valor y disciplina- para desempeñar el cargo, por lo que lo condecora con el rango de Comandante General del Ejército Libertador.

Fin

http://goo.gl/VOGN9

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